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Migrados
Coordinado por Lola Hierro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mamadou, Soufiane y otros niños que no importan

Adolescentes fallecidos bajo la tutela estatal, otros que no pueden ir al colegio por no tener papeles... Las últimas noticias revelan deficiencias en la atención a los más vulnerables en Melilla

Un grupo de niños que duerme en las calles de Melilla en 2016.
Un grupo de niños que duerme en las calles de Melilla en 2016.Antonio Ruiz
Lola Hierro
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Cualquier bebé es adorable. Los negritos, los chinitos, los blanquitos españolitos, claro... Pero luego crecen, pasan por la edad del pavo y ya empiezan a ser un poco más inaguantables con su actitud, sus contestaciones, su facilidad para meterse en problemas y su repentina afición por lo prohibido, lo peligroso o por las dos cosas a la vez. Toleramos a nuestros hijos, sobrinos y demás variantes familiares por eso mismo, porque son sangre de nuestra sangre. Pero cuando nos son ajenos, ahí ya no. Esos molestan. Los problemas que traía el bebé inmigrante que llegó en patera con su madre nos importaban porque el pequeño era tan bonito, tan indefenso... Pero ese púber con cara de malas pulgas y barba incipiente, que no tiene padres conocidos, que recibe prestaciones provenientes de los recursos públicos cuando ni siquiera es de aquí... Ese es el mal. De ese nos desentendemos porque molesta, porque seguro que es peligroso, a lo mejor lleva una navaja y fuma porros, porque será un delincuente juvenil y nos causará problemas. Pequeños y grandes están bajo la misma protección de la Convención de los derechos del niño, que existe desde 1989. Pero a los que hacen ruido, a los que no son perfectos e inmaculados, parece que esos derechos les lucen menos.

Estos son, por ejemplo, los niños migrantes. Los llaman Menores No Acompañados (Mena), y seguro que más de un melillense se ha cruzado de acera al toparse con uno o varios de ellos. Resulta que el 10% de los delitos cometidos en Melilla son responsabilidad de estos chavales, según aclaró el juez de menores Alvaro Salvador Prieto. De ellos dice la ONG Save the Children que hay unos 4.000 en todo el territorio nacional y cerca de la mitad están en Melilla, un dato superior a otros que aportan organizaciones como Harraga, que en un informe de 2016 apuntaba a la existencia de 403. En mayo de 2017, el Gobierno aseguró en el Senado que eran 474. Por su parte, el presidente de la ciudad autónoma, Juan José Imbroda, dijo en febrero de 2018 que el centro La Purísima, con capacidad para 300, acoge a 500 chicos. Y que entre 100 y 200 más permanecen en la calle

Vienen solos a España, camuflados en vehículos, o de polizones en los ferries... Ingenian mil maneras para llegar a este país en busca de oportunidades mejores, para salir de un probable entorno de pobreza en la que han nacido. Llegan y están solos, en una edad difícil, sin estar sujetos a la disciplina de una madre, un padre, un entorno familiar que los guíe, los eduque y los castigue como nos castigaron a todos con esas edades: con firmeza, pero sin odio. Estos quedan a su libre albedrío en el mundo hostil. Ingresan en centros de acogida saturados —en Melilla hay unos 600—, o quedan abandonados en la calle, donde no suelen importar demasiado. Otra vez, en Melilla se calcula que hay unos 100 sin hogar. Aún recuerdo cuando un chaval de 20 años, Karim se llama, me contó lo desorientado que se quedó cuando, el día de su 18 cumpleaños, en vez de soplar las velas de una tarta el centro de acogida donde vivía desde su llegada a España, lo que recibió fue su maleta y un "hasta-luego-buena-suerte". Este chico fue acogido por un alma caritativa que cuida de estos adolescentes cuando son desechados por el sistema.

Mamadou Barry y Soufiane eran dos de estos menores solitarios dejados a la buena de dios. Ahora, ya no se enfrentan a la incertidumbre y a la soledad porque se han muerto. ¿De qué y por qué? Nadie lo sabe aún con certeza. Pero estos niños, menores de edad, marroquí y guineano, se encontraban bajo la tutela de la Consejería de Bienestar Social del Gobierno de Melilla cuando perdieron la vida.

Soufiane y Mamadou murieron con 18 días de diferencia. El 22 de diciembre, Mamadou se rindió en el hospital después de 20 días en coma. José Palazón es un activista que fundó una ONG para defender los derechos de la infancia que se llama Prodein y cada dos por tres es amenazado con denuncias, cuando no se las ponen directamente, por contar abiertamente los abusos contra los niños melillenses. En el caso de Mamadou, Palazón —que, por cierto ha recibido también diversos premios de derechos humanos por su trabajo—, aseguró que la muerte le sobrevino tras una pelea en la que se enzarzó dentro del centro donde estaba acogido. Lejos de aceptar esa versión, la Consejería de Bienestar Social dijo que no, que eso era falso y que iban a denunciar a este activista por realizar esas acusaciones. El 9 de febrero, el consejero Daniel Ventura dijo en rueda de prensa que la autopsia había revelado una miocardiopatía hipertrófica obstructiva, una dolencia que produce arritmias, pero no se entregó documentación alguna en ese acto.

Es el mismo sitio de la escollera de Melilla. En la foto de arriba con las concertinas ya puestas para que no suban los...

Gepostet von José Palazón am Montag, 26. März 2018

En cuanto a Soufiane, fue hallado muerto en su cama del centro de menores Gota de Leche de la ciudad autónoma el pasado 4 de enero por la mañana. El chico, de 17 años, estaba internado allí desde que en diciembre le amputaran un pie tras caerse de los bajos de un camión cuando intentaba llegar a la Península de polizón.

En ambos casos, los familiares de los fallecidos han denunciado que no se les informó de las muertes ni han tenido posibilidad de revisar las autopsias, tal y como han publicado varios medios de comunicación como La Marea, El faro de Melilla, Eldiario.es o Público. Los padres de Soufiane aseguraron haber conocido la muerte de su hijo a través de una llamada de José Palazón. La reacción del consejero Ventura se lee en un mensaje que colgó en Twitter enlazando a la noticia: "O sea q este menor tiene padres y han aparecido ahora o Palazón sabía q existían y tenía contacto con ellos? Para la administración familia no tenía y por ello estaba acogido" (sic). En declaraciones recogidas por Cadena Ser, Ventura esgrimía "que los padres hubieran venido antes y no a por su cadáver". Este periódico ha intentado contactar en varias ocasiones por teléfono con la Consejería y en otras dos por correo electrónico solicitando más información, pero en ningún caso ha habido respuesta. Ojalá un día nos dé una entrevista para hablar largo y tendido de los niños en Melilla, va por aquí la invitación a realizarla cuando él quiera.

Este par de muertes desencadenó en su momento una tormenta política en la ciudad autónoma repleta de acusaciones, exención de responsabilidades y falta de tacto que, de momento, solo ha servido para constatar de nuevo lo poco que parecen importar estos niños. Pero ya se ha calmado y no parecen importar ni las razones por las que dos adolescentes se mueren de semejante manera, ni el hacinamiento de los chiquillos en los centros de acogida, ni las condiciones de quienes están en la calle. Por ahora, el defensor del Pueblo ha abierto una investigación para esclarecer las circunstancias de los fallecimientos, sin resultados hasta hoy. 

Y mientras, llegan más noticias de las que no caben en un telediario. Por ejemplo, que un grupo de padres melillenses está recogiendo firmas en Internet para escolarizar a más de 200 niños de la ciudad que no pueden asistir porque no tienen papeles, según se explica en la petición online. "Les están exigiendo que demuestren que están empadronados, algo que en Melilla resulta casi imposible sin documentación. Sin papeles no te empadronan, y sin padrón no te dan papeles. ¿Cómo van a escolarizarse entonces?", reza la misma. O que en el puerto han colocado concertinas, como las que ya están en lo alto de las vallas fronterizas, para que no crucen tampoco por allí.

Si hubieran sido bebés gorditos y sonrientes...

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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