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IDEAS
Columna
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Atajos de traducción

Una reacción de buena voluntad ante el anglicismo lleva a traducirlo literalmente: en vez de ‘low cost’, “de bajo coste”; y no “barato”

Álex Grijelmo
Gimnasio de "bajo coste" en Madrid.
Gimnasio de "bajo coste" en Madrid. Luis Sevillano

Muchas personas intentan traducir los anglicismos que nos asedian, y en su noble propósito se devanan los sesos por dar con la alternativa exacta a la palabra que tienen delante. La primera reacción ante el anglicismo entre personas que aman el español las lleva a buscar un equivalente literal. Así, en vez de “iré a Londres en un vuelo low cost”, dirán “iré a Londres en un vuelo de bajo coste”. Pero “de bajo coste” equivale en esos contextos al adjetivo español “barato”. Por tanto, podemos decir que hemos comprado un billete barato; o que el precio del vuelo estaba tirado. La última película de Woody Allen se titula Wonder Wheel, y la traducción más adecuada al contexto no sería Rueda maravillosa, sino La noria.

Los casos de traducciones literales mejorables son infinitos, al contrario del espacio de esta columna, pero podemos recordar alguno más. Por ejemplo, no resulta sencillo hallar una alternativa a “spoiler” cuando alguien dice “no me hagas spoiler”. Porque habría que traducir “no me hagas estropeador”, lo cual carece de sentido. En casos así, conviene plantearse cómo decir la idea al completo, no solamente la palabra inglesa: “No me destripes la película”, “no me la cuentes”, “no me estropees el final”, “no me digas cómo acaba”.

Siguiendo con el lenguaje del cine y la televisión, de vez en cuando nos anuncian: “Se estrenará un spin-off de la serie”. Así, Aída fue un spin-off de Siete vidas, y Frasier de Cheers, y Los Roper derivaron de Un hombre en casa. “Spin-off” se traduce como “escisión”, pero en este caso quedaría más adecuado “esqueje”, pues no se trata tanto de cortar como de que lo cortado siga vivo y se desarrolle por su cuenta.

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Ahora se habla mucho también de las fake news, locución que se suele traducir (cuando se traduce) como “noticias falsas”. No está mal, sobre todo si las dos palabras contribuyen a alguna precisión en determinados contextos, pero esas noticias se han venido llamando “bulos” o “trolas”.

El genio del idioma español suele dar con alternativas a todo tipo de anglicismos, si bien necesita su tiempo. Por ejemplo, hace algunos decenios llegó a nosotros la expresión “babysitter”, y no se nos ocurrió traducirla literalmente como “sentadora de niños”, sino como “canguro”. Una metáfora genial.

Últimamente se ha extendido la locución “en tiempo real” (de “real time”). Pero en nuestra visión de la lengua no hay un tiempo real y un tiempo irreal. Lo real no es lo que está pasando ahora, puede ser también lo que sucedió hace dos siglos. El concepto que se oculta tras “real time” es el de la inmediatez, no el de la realidad o la irrealidad. Por tanto, casi siempre se puede traducir con el adjetivo “inmediato” o con la locución “al instante”. Así, ver o hacer algo “en tiempo real” es verlo “al instante” o “en directo”, “de inmediato” o “sobre la marcha”.

El “fast track” que permite a determinados pasajeros librarse de las vueltas y revueltas de las colas para los trámites de seguridad en los aeropuertos no es tanto el “paso rápido” como el “atajo”. Y si leemos “sold out” en una tienda, eso no quiere decir “vendido fuera” sino “agotado”. Mientras que “tie break” no es “rotura de empate”, sino “desempate”.

Quizá valga la pena plantearse cómo traduciríamos al español un concepto si no nos hubiera invadido antes la locución en inglés. No se trata de buscar la palabra exacta, sino la idea exacta.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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