_
_
_
_

Fobia a la Navidad: “¡Por favor, que llegue ya el 8 de enero!”

En estas fechas se disparan gran cantidad de dificultades que a lo largo del año procuramos tener a raya

getty

Aunque las fiestas navideñas suelen ser positivamente emotivas, puesto que conllevan celebraciones, anhelados encuentros, algarabía y distensión; en ocasiones, este broche de fin de ciclo nos traslada a un inevitable análisis evaluativo del tiempo transcurrido y, como consecuencia, a una cierta inestabilidad emocional en forma de ansiedad, frustración o tristeza motivadas por la insatisfacción personal ante los objetivos incumplidos.

Más información
¿Por qué mi madre confunde mi nombre con el de mi hermana?
Cómo ayudar a tus hijos a escribir la carta a los Reyes sin caer en el consumismo
El estudio que rompe con todos los mitos sobre cómo tu bebé de 10 meses ve el mundo

Son muchas las personas que se acercan a nuestro centro expresando el impulsivo y angustioso deseo de querer acostarse el día 23 de diciembre y despertarse el día 8 de enero, un sentimiento cada vez más frecuente que podemos clasificar y definir como fobia a la Navidad.

Pero… ¿qué son las fobias?

Las fobias son miedos irracionales o desproporcionados que invaden nuestra mente y que además se manifiestan corporalmente, tienen por tanto una componente somática.

En esta fecha afloran y se desbocan temores que teníamos agazapados, pero que ahora se evidencian en las reuniones sociales a las que asistimos. Pongamos por ejemplo lo que Inés nos cuenta en su sesión de coaching

Fobia social

 “Normalmente, me da angustia ir a las reuniones de empresa por temor a ser evaluada negativamente, ser requerida para hablar en público o simplemente tener que parecer obligadamente ocurrente, por lo que me cuesta mucho asistir a este tipo de eventos, hasta el punto de sentirme indispuesta y enferma por el mero hecho de saber que se aproxima la cena de Navidad”.

Las celebraciones de Navidad y despedidas de fin de año pueden despertar este tipo de sentimientos en los individuos, es esta una época del año en la que brota una infinidad de emociones que permanecían ocultas hasta ese instante. En consecuencia, es vital que estas personas trabajen la gestión de sus emociones y de su autoestima.

Estrés y autoexigencia

Marta es una mujer que paga habitualmente su autoexigencia con continuas visitas a su médico de cabecera. En su sesión de coaching nos comenta lo siguiente: "a medida que el fin de año se acerca y hago un balance del mismo, percibo un incremento de la insatisfacción y del estrés al constatar que no solo no he alcanzado las metas que me propuse, sino que tengo la sensación de que nunca consigo mis objetivos"

Este estrés puede somatizarse generando sensaciones de ansiedad, negatividad, mal humor, problemas alimenticios y trastornos del sueño, por lo que resulta trascendente trabajar para hacer disminuir nuestros niveles de autoexigencia y establecer metas realistas que se encuentren al alcance de nuestras manos y no dependan en exceso de los demás.

Tristeza repentina

Clara nos relata en su sesión que es en estas épocas festivas cuando más desanimada se siente y no sabe por qué se reactiva el recuerdo de dos pérdidas importantes: la falta de su padre, que falleció el año pasado, y su actual divorcio:

"Siento que no tengo nada que celebrar, que todo es un absurdo sinsentido y me duele profundamente imaginarme al lado de familiares unidos y alegres. Pagaría por poder dormirme y despertar solo cuando toda esta vorágine de felicidad impuesta haya finalizado".

Cuando los cuadros de estrés empeoran pueden generar estados depresivos. Al llegar las fiestas, todas las emociones se maximizan, los miedos se manifiestan y recordamos más nítidamente a las personas que ya no forman parte de nuestras vidas.

Todos estos factores pueden incidir en que sintamos una gran tristeza por terminar el año y tener la falsa creencia de que no hemos tenido ningún tipo de aprendizaje personal. Hay que tener en cuenta que aun de las peores circunstancias estamos obteniendo un crecimiento como seres humanos.

Compras compulsivas

Lara es una mujer que ha estado trabajando a lo largo del año en la gestión y el buen cuidado de su dinero. Había conseguido controlar su compulsión a las compras cuando, de repente, se da cuenta de que estas fechas le vuelven a despertar sus niveles de ansiedad y su inclinación a gastar desaforadamente.

Nos cuenta lo siguiente: “me empeño en que todos tengan un regalo en el árbol de Navidad, pero no quiero que sea un simple detalle, sino un obsequio que les deje huella.

Sin embargo, mi familia es muy numerosa y, cuando acabo de comprar algo para mi marido y mis hijos, quiero seguir con mis padres, hermanos y sobrinos. El corolario es un disgusto infinito al llegar el extracto de la tarjeta y una sensación de haber perdido el equilibrio y el autocontrol, tan arduamente conseguidos."

Cuando llega diciembre, todos nos sentimos en el compromiso de comprar regalos para nuestros seres queridos. En los centros comerciales abundan los descuentos y promociones que incitan al consumo, lo que comporta que haya que tener un cuidado extremo para no excederse y convertirse en un comprador compulsivo temporal.

Es importante entender que el dinero es un vínculo más y que, como tal, hace falta cuidarlo. Al igual que uno cuida a su familia y a sus amistades, debemos de cuidar del dinero y medir los gastos para gozar de buena salud económica el resto del año.

Cuando sí podemos hacerlo posible

En el transcurso de estas fiestas abunda la comida y el alcohol circula alegremente. Para evitar accidentes o problemas severos de salud, es importante que aprendas a controlarte y no caigas en tentaciones que puedan acarrear consecuencias graves para el futuro. Regular nuestro deseo más allá de lo que la maquinaria del marketing nos impone es algo que en lo que año tras año debemos trabajar y perseverar.

La exposición incontrolada a tantas estrategias publicitarias, la autoexigencia excesiva a la hora de establecer objetivos y la baja autoestima cuando estos se frustran pueden producirnos un estrés insuperable y una angustia irreparable al confrontar lo que un ser humano normal puede alcanzar y lo que este estado generalizado de euforia pretende impositivamente que alcancemos.

*Verónica Rodríguez Orellana es directora de Coaching Club y Psicoterapeuta. Ernesto de Antonio Hernández Coordinador en Coaching Club

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_