Marta y Aziz
Cuando la gente migra, aporta y recibe en la misma proporción
Este año estoy pasando las Navidades en Oxford. Aquí vive Marta desde hace 3 años. Su pareja es epidemiólogo, un investigador que en España tenía una beca precaria y pocas posibilidades de optar a algo mejor en el medio plazo. En Oxford ha conseguido entrar a formar parte de un equipo de investigación en el que ahora ya tiene un sueldo digno y un reconocimiento profesional. Marta es farmacéutica. Encontró trabajo gracias a una empresa que se dedica a ayudar a farmacéuticas de otros países de la Unión Europea a trabajar en Inglaterra donde faltan profesionales de este tipo.
Marta está embarazada. Dará a luz en unos días aquí, en Oxford. Las dos familias han venido a pasar las navidades. Los padres de Marta no viajaban en avión por culpa de una aerofobia pero la familia tira más que el miedo. Durante unas semanas estas familias españolas que se han reunido aquí gozarán del maravilloso shock cultural, desayunaran cereales o tostadas con mermelada de naranja, irán al pub, comerán indio, mirarán a la derecha antes de cruzar y beberán té. Podrán comprar también vino y jamón porque se encuentra en todos los supermercados, Marta y su familia no son los únicos españoles que hay aquí. Normalizarán la diversidad racial de este país que al principio choca tanto a los españoles. Y sobre todas las cosas crecerán culturalmente y se enriquecerán enormemente.
El otro día, la gerente de la empresa que atendió a Marta para que pudiera trabajar en Inglaterra anunció que cierran. El Brexit ya está aquí y ya no van a poder ofrecer el servicio más. Se acabó venirse a Inglaterra a trabajar como lo hemos hecho hasta ahora.
Hace 10 años, Aziz vino de Senegal a trabajar a España. Aziz es sastre. Ahora, con 34 años, acaba de crear, junto con otros compañeros, su propia marca de moda: Top Manta. "Se trata de una marca de ropa legal que está hecha por gente ilegal", reivindican como lema. Para poder hacer esto Aziz ha pasado un verdadero calvario. Cuando llegó a España, le detuvieron, le metieron en un CIE, le deportaron una vez y volvió para luego estar 8 meses sin trabajar. Acabó dedicándose a la manta, viviendo con 200 euros al mes. Ahora por fin, después de mucho esfuerzo y mucho sufrimiento, es probable que Aziz encuentre el espacio que siempre debió ocupar en nuestro país.
Aziz ha hecho un vídeo maravilloso con Playground en el que, además de contar su historia, explica que él y las personas con las que trabaja tienen mucho que ofrecer. Tienen una cultura, unos conocimientos y una capacidad de trabajo enorme que desplegarán en España.
Aziz llegó a España igual que Marta llegó a Inglaterra, buscando nuevas oportunidades vitales. Aziz casi se muere en el intento. Dentro de poco la gente de nuestro país que quiera buscar nuevas oportunidades laborales no podrá hacer lo que ha hecho Marta, salvo que tenga el valor y el arrojo de Aziz, y para venir a trabajar a Oxford tendrán, quizás, que jugarse la vida. Siempre nos quedará Irlanda. Hasta que, la tendencia generalizada a estimar que los países están mejor cerrados, conservando a su gente y lo suyo y sin intercambiar con el exterior, nos lleve a construir muros entre todos. Al paso que vamos es posible que llevándolo todo a un extremo construyamos muros entre provincias y para ir de Madrid a Bilbao haya que jugarse la vida varias veces.
No sé ustedes, pero yo estoy hasta el moño de todas estas tonterías de las identidades nacionales. Estoy muy orgullosa de mi cultura que es una enorme mezcla de culturas. Hablo varios idiomas, he vivido en muchos países, y me encanta la diversidad. Creo que la uniformidad solo aporta mediocridad. Creo que todo el mundo debería viajar y vivir unos años fuera de su país de origen. Creo que la migración es no solo un derecho universal sino una necesidad para que podamos seguir mejorando y evolucionando. Creo que cuando la gente se mueve aporta y recibe en la misma proporción. Me parece maravilloso encontrar yuca en los mercados españoles y jamón serrano en los supermercados ingleses.
Por eso, desde el corazón, les deseo un 2018 lleno de viajes, migraciones y amor. Ojalá consigamos que sea un año con menos muros y más unión.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.