_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ortografía

Ahora que los niños crean un lenguaje distinto rindo homenaje a un maestro que buscaba las haches y las uves en mis cuadernos

Manuel Vicent
Un profesor da clase a 52 alumnos en diciembre de 1945 en España.
Un profesor da clase a 52 alumnos en diciembre de 1945 en España. George Rodger (Getty Images)

Ahora que el idioma tal como lo escribimos hoy está a punto de desaparecer destruido por los nativos digitales en las redes, quisiera rendir homenaje a un maestro de escuela, de quien a los ocho años aprendí todo lo que sé de ortografía. Se llamaba Manuel Segarra. Gran parte de mi pasión por la escritura se la debo a aquel maestro cuyo recuerdo llevo en el corazón desde el fondo de mi niñez. En aquellos tiempos de la más desolada posguerra don Manuel se tomaba muy en serio su vocación. Aún lo veo con su guardapolvo color mostaza y las manos colgadas de las axilas por los pulgares paseándose entre las filas de pupitres mientras repetía lenta y espaciadamente en voz alta las palabras del dictado. Sentías su presencia detrás. Sabías que iba a inspeccionar en tu cuaderno la hache, la jota, la uve, la elle y que probablemente cualquier falta de ortografía iría acompañada por una colleja. En aquel tiempo a los maestros se les escapaba a veces algún sopapo o te daban con la regla en la palma de la mano. La ortografía estaba implicada en una sensación de terror. Cualquier profesor que ponga hoy la mano sobre un alumno se expone a un grave problema, pero entonces el castigo físico era aceptado con normalidad por la pedagogía, hasta el punto que si en casa decías que el maestro te había pegado, encima tu padre te daba otra paliza. Entre los papeles de una carpeta olvidada descubro la fotografía del curso escolar de 1944, en la que estoy muy serio al lado de este maestro. “Tú aquí conmigo” —recuerdo que me dijo don Manuel—. La Real Academia suele aceptar con gran parsimonia nuevos vocablos de la calle mientras hoy los niños están creando cada día con los dedos un lenguaje distinto. En esta lucha desigual quiero recordar a aquel maestro de escuela que me enseñó a escribir bien con una ortografía que ya forma parte de la melancolía.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_