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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Las ilusiones digeribles

Lo extraordinario es la abundante resiliencia del secesionismo, aparentemente incólume ante la realidad de sus desastres tangibles

Xavier Vidal-Folch
Carles Puigdemont interviene desde Bruselas en un acto de campaña de Junts per Catalunya en Barcelona.
Carles Puigdemont interviene desde Bruselas en un acto de campaña de Junts per Catalunya en Barcelona.ALBERT GEA (REUTERS)

Las ilusiones o el material de ilusos es hoy el siguiente: saldremos presidentes; volveremos a gobernar; a la república solo le falta un botón de velocidad; no tendrán otro remedio que liberarnos; acabarán reconociéndonos como actores supremos.

Todo eso exhala un perfume a dictado del Antiguo Testamento: como pertenecemos al pueblo elegido, ¿por qué nos desahuciarían? Pero al final, ¿acaso es su olor muy diferente al que propalaba el vétero-sionismo de los Pujol y sus monaguillos?

Lo extraordinario es la abundante resiliencia del secesionismo, aparentemente incólume ante la realidad de sus desastres tangibles. O sea: el enquistamiento de unas ideas-fuerza, de unos síndromes-madre, de unas convicciones-piedra: envidiable, están ahí hic et nunc, por y para siempre. Inmodificadas como una identidad cuasi eterna.

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La idea del retorno de los indepes choca estrepitosamente con la constatación de su fracaso, el desastre económico, la desafección social, la ruptura de comunidad, el desprestigio institucional: de todo aquello que hizo grande a la pequeña Cataluña.

Planteado de otra forma: ¿cuál es la MID, la Máxima Ilusión Digerible?

La MID depende, ustedes perdonen, de la CRI, la Caja de Resistencia Infinita. Dicho del revés, la sociedad catalana es capaz de deglutir toda insistencia secesionista en la medida en que entre dentro de sus parámetros de resistencia.

Estos vienen determinados por la edad. En una horquilla delimitada, por un lado, por los jóvenes universitarios; y por otro, por los veteranos posuniversitarios. La MID alcanzaría hasta donde llegase la CR, la caja de resistencia que tendería al infinito, I, es decir, a lo inagotable. ¿Por qué?

Por cuanto está nutrida por dos flujos: la subvención de los padres a los hijos en edad estudiantil; y las pensiones, principalmente de jubilación, proporcionadas por el Estado.

El núcleo duro del secesionismo sociológico se compone así de los jóvenes en formato de protesta, que nada tienen que perder; y de los jubilatas que amén de haber reunido un rincón a lo largo de una vida laboral excepcional, empiezan a gozar de pensiones de máxima cuantía.

El riesgo de ambos sectores sociales se aproxima así a cero, por cuanto sus ingresos están esencialmente garantizados, no dependen directamente del signo de la coyuntura.

Las ilusas ilusiones de hoy están fabricadas del mismo material que las de ayer, un material inasequible a las pruebas de la realidad: el poder se dirime a golpe de sonrisas, el golpe resultará así siempre gratuito, viviremos mejor sin peligro de empeorar, el Estado todo lo asumirá por evidente, Europa todo lo aplaudirá porque somos su paradigma.

No importa que todos esos asertos se hayan demostrado inútiles o inservibles. Lo único importante es su formulación, y que dependen de esta y no de su demostración práctica.

La MID cohonesta con la CRI y ésta con la DCM, con la Depresión de las Clases Medias. Las amplias clases medias catalanas que encontraron en el nacionalismo moderado un calorcillo, una formulación, un acomodo, una representación, toparon brutalmente con la Gran Recesión.

Esta fue particularmente cruel con ellas. Por supuesto, también —y principalmente—, con las clases trabajadoras y populares, pero ya se sabe que quien pierde lo poco que tiene se siente menos despojado (o está más acostumbrado a la precariedad) que quien amanece desposeído de un colchón mullido.

Colchones: de eso se trata. La clase media es un extraordinario factor estabilizador de la democracia capitalista. Cuando las vacas gordas desbordan sus ubres.

Pero cuando las vacas se tornan flacas, ah, entonces, la estabilización se torna en desconcierto, en alimento de buitres, en humus populista. Eso es lo que arrostramos.

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