Johnny y Jean d’O, iconos en la era de la globalización
Francia llora unida en la despedida de un cantante de rock y un hombre de letras
Es un misterio que muchos observadores de la vida francesa intentan dilucidar estos días. ¿Por qué esta conmoción casi unánime por la desaparición de Johnny Hallyday y Jean d’Ormesson, un roquero y un escritor poco conocidos fuera de Francia pero auténticos símbolos nacionales? Ambos murieron esta semana con unas horas de diferencia, y ambos merecerán ceremonias oficiales de despedida (“ceremonia de homenaje nacional” el viernes para D’Ormesson, y “homenaje popular” el sábado para Hallyday) casi reservadas para jefes de Estado.
La fama de Hallyday superaba la de D’Ormesson, pero el primero era el cantante popular por excelencia desde los años sesenta, y el segundo el novelista y periodista que representaba en tiempos contemporáneos esta figura tan francesa como es la del hombre de letras. En tiempos de polarización política y social, hay personajes capaces de concitar la adhesión de ricos y pobres, progresistas y conservadores: todavía quedan tótems alrededor a los que una nación puede llorar unida. No hacía falta que a uno le gustase la música de Johnny’ o los libros y opiniones de Jean d’O para participar del duelo. Tenían en común que eran de derechas —se dice a veces que Francia en el fondo es, pese a la tradición revolucionaria, un país de derechas, y la veneración por Hallyday y D’Ormesson vendría a confirmarlo— y sobre todo el contraste entre su popularidad dentro y fuera de las fronteras. Medios anglosajones han bautizado a Hallyday como “la mayor estrella de rock de la que usted nunca ha oído hablar”. D’Ormesson había sido poco leído y traducido fuera de Francia, y, sin embargo, disfrutaba del rarísimo honor de haber visto su obra publicada en vida en La Pléiade, la exquisita colección de clásicos que define el canon de alta literatura: ninguno de los Nobel vivos franceses (ni Le Clézio, ni Modiano están; Vargas Llosa, sí) figuran en La Pléiade. En tiempos de una supuesta uniformidad cultural, aún existen fenómenos nacionales difíciles de traducir y exportar fuera de las fronteras nacionales, iconos íntimos en la era de la globalización.
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