El día que las penas abrieron la boca
P.nitas lleva 15 años haciendo gritar a sus dibujos, mujeres imperfectas, desnudas y libres
Un día, Inma Ramos decidió abrir la boca a sus penas, y ya nunca más se callaron. Ramos nació en Plasencia en 1981, estudió Bellas Artes y es la creadora de las penitas de P.nitas: mujeres con cuerpos asimétricos, rasgos deformes, bocas abiertas y muchas cosas por las que protestar, que defender, que exigir, por las que luchar y, a veces, también que celebrar.
Para 2018, se agarró a lo positivo y escogió 12 historias que han supuesto una victoria para el feminismo. Pequeñas hazañas en distintos puntos del planeta que Ramos cree que es importante recordar cada día y que ha reflejado en Viva la Victoria —su proyecto de agenda y calendario para el próximo año, a punto de finalizar en Verkami—. “He tenido un año de muchos cambios a nivel personal y me he dado cuenta de que hay cosas que no es posible hacer sola, sino que necesitas de un grupo, del apoyo común”, explica Ramos, a quien alguien le preguntó hace unos meses cómo dibujaría una coraza. “Yo no dibujo objetos, así que me puse a pensar en cómo haría algo así. Acabé pensando que crearía una especie de súper mujer compuesta por cuerpos de muchas mujeres”.
Ese escudo humano hizo que pensara en contar historias que hubiesen significado un cambio para la lucha feminista. “Merece la pena también contar lo que sí se ha logrado, y no solo fijarnos en las malas noticias. Es una memoria colectiva positiva”. La lucha de las mujeres saharauis, la de las españolas en la Transición; las mujeres de El Salvador, protagonistas en la batalla por el derecho al agua y al saneamiento; o el recordatorio de ese pueblo keniano en el que los hombres tienen prohibido vivir desde que Rebeca Lolossoli lo fundara en 1990. “Umoja, sí. Puesto en pie para aquellas mujeres que, tras ser violadas por soldados británicos, eran repudiadas por sus familias o sus maridos”.
De estas penitas a las primeras hay 15 años y mucho trabajo, muchos cambios y un vídeo de Frida Kahlo que le descubrió el dolor de una mujer transformado en arte: “En primero de carrera uno de los profesores nos puso un documental sobre la pintora mexicana. De repente me di cuenta de que aquella mujer había expresado sus tristezas y sus sentimientos y que, además, importaba”.
Durante aquellos primeros meses en la universidad, Ramos empezó a hacer garabatos en los márgenes de los cuadernos mientras estaba en clase. “Un día caí en la cuenta de que parecían caras con los labios tapados, cosidos. Y no podía dejar de hacerlas”. Se puso seria consigo misma y decidió dejar de cerrarles la boca a aquellas penas que salían solas… Desde entonces gritan.
“Al principio solo eran rostros, retratos, después empecé a dibujarlas también con cuerpos, y cada vez con más contenido”. Ramos tuvo, como cualquier otra adolescente, un momento en el que su cuerpo y su mente iban por sitios distintos, y se odiaban: “Creía que estaba gorda sin estarlo. Recuerdo, con 13 años, usar el metro de la clase de costura para medirme la cintura y llorar cada vez que lo hacía”. P.nitas le da color y forma —casi siempre amorfa y libre, eso sí—, a esas frustraciones que las mujeres tienen, a menudo, sin ningún sentido. Y a las que hay que expulsar, de una vez, sin ninguna pena.
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