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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Chapapote económico británico

Mientras todos los países europeos y sus grandes competidores mantienen o mejoran sus expectativas, las de Reino Unido empeoran

Xavier Vidal-Folch
David Davis, secretario de Estado para el Brexit, durante una rueda de prensa en Londres.
David Davis, secretario de Estado para el Brexit, durante una rueda de prensa en Londres.BEN STANSALL (AFP)

La xenofobia, el estancamiento económico y la parálisis política son disuasivos. Muchos candidatos a emigrar a un país deseado que sufra esos virus se quedan en su casa o cambian su destino.

Aunque la economía británica no se ha desplomado súbitamente (ni es probable que lo haga), el impacto del proceso Brexit la coloca ya en modo chapapote.

Mientras todos los países europeos y sus grandes competidores mantienen o mejoran sus expectativas —pues la economía global circula al trote ligero—, las de Reino Unido empeoran. Y ya se sabe que las expectativas guían las conductas de los agentes económicos: de todos nosotros.

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Así, las previsiones económicas de primavera de la Comisión otorgaban a Reino Unido un alza del 2% en el PIB; en las de otoño, se reduce al 1,5%. Mientras que las de Alemania pasan del 1,6% al 2,2% del PIB. Y las de Italia suben del 0,9% al 1,5%.

Casi todas las profecías formuladas antes del referéndum separatista del 23 de junio de 2016 se han cumplido. Para mal. Desde entonces, la libra se ha depreciado en torno a un 14%. Sin que el correspondiente estímulo a la exportación haya mejorado el crecimiento.

Los sueldos han bajado un 0,4% entre agosto del año pasado y el de este. La contribución del comercio exterior neto al crecimiento, de tres décimas, ha caído respecto de lo previsto, y también el aumento de la inversión ha sido menor de lo esperado.

Peor: la inflación ha crecido en torno a dos puntos, y acabará el año en un alza del 2,7%, mucho más que el recomendable 2%. Aunque todos los países buscan aumentar los precios para engrasar la economía y rebajar sus montañas de deuda, este alza británica es excesiva y se produce, además, por las malas razones.

A saber, porque los importadores han trasladado el efecto monetario de la libra más barata (lo que compran fuera les cuesta más) a los precios de las importaciones. Y ello erosiona la ya menguante capacidad adquisitiva salarial.

Todo esto es solo un aperitivo. La distorsión del ciclo económico irá agravándose a medida que el Brexit madure. Y no solo por la ya tangible deslocalización (parcial) de la banca de la City.

La exclusión británica, en todo o en parte, del Mercado Interior Europeo también afectará a los procesos industriales, porque sus cadenas de producción y valor son plurinacionales. Se calcula que antes de venderse, un coche británico (sus piezas) cruza el canal de la Mancha hasta 16 veces.

A lo que se va viendo, estos procesos rupturistas comparten una tripleta fatídica: engaño político, declive económico, credulidad social.

La secuencia va así. Uno, los hooligans insisten en que se cumplirá el mejor escenario imaginable, normalmente el de largo plazo, pues a la larga se absorben muchos reveses. Dos, lo trasladan al calendario inmediato. Y tres, las consecuencias negativas comprobadas se compensan con juramentos, quizá ya no de mejora, pero sí de coste cero. El siempre falso gratis total.

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