La telepredicadora que le habla a Trump de Dios
Paula White abandera la ‘teología de la prosperidad’ y visita cada 15 días la Casa Blanca


Trump nunca ha tenido una buena relación con Dios. En sus años salvajes fue un tiburón de discoteca al que pocos vieron entrar en una iglesia. Poco dado a efusiones espirituales, solo su salto a la política moderó su perfil. En busca del voto conservador, se rodeó de líderes cristianos y eligió un vicepresidente de religiosidad pétrea. Le sirvió para ganar las elecciones, pero no para acallar sus impulsos. En plena campaña, el orgullo habló por su boca cuando sentenció que jamás había buscado el perdón de Dios y que tampoco pensaba hacerlo.
Sus asesores se multiplicaron entonces para amortiguar aquel bufido y dulcificar su imagen ante los creyentes. Una de las personas que más ayudó fue la pentecostal Paula White, líder del Centro del Nuevo Destino Cristiano. Casada en terceras nupcias con Jonathan Cain, una semiestrella del rock, White abandera la llamada teología de la prosperidad; una comunidad de telepredicadores que se distinguen por vivir una relación tan apasionada como lucrativa con Dios. En el caso de White, el negocio se traduce en aviones privados, vertiginosos zapatos Christian Loubutin y un pequeño emporio inmobiliario, que incluye un apartamento en la Trump Tower. La vivienda es fruto de la relación de amistad que mantiene con el republicano desde principios de la década pasada. El presidente dice que la descubrió viéndola en televisión; se llamaron y en sus primeros encuentros White fue abrumadoramente directa. “No quiero tu dinero ni tu fama; yo quiero tu alma”, dijo.
Tras ese flechazo espiritual, la telepredicadora, de 51 años, mantuvo un contacto fluido que ahora se ha vuelto privilegiado. Acude cada dos semanas a la Casa Blanca y es la líder de los 35 pastores y activistas que aconsejan al presidente en cuestiones de fe. Habla de Trump como si fuera un íntimo, asegura que ella es “su puerto seguro” y ha llegado a considerar su triunfo como parte del plan de Dios. Un regreso al derecho divino que ella explica como un misterio sagrado: “Entiendo que no entiendo todo, incluido los propósitos del Señor”. Trump, de momento, se deja adorar.
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