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Pensar en grande para los pequeños

Garantizar calidad para todos plantea desafíos que pocos proyectos consiguen superar

AFP

Cuando una cosa funciona, ¿por qué no usarla en todos lados? La respuesta a una pregunta tan simple trae de cabeza a muchos, entre ellos a los responsables de programas públicos de desarrollo infantil en Latinoamérica, que ven cómo el programa piloto que goza de tanto éxito en una determinada localidad fracasa en el momento de exportarlo a otra. Porque, aun contando con voluntad política y económica para su desarrollo y financiación, son pocos los programas que obtienen impactos de magnitud importante cuando se les quiere dar una dimensión mayor.

Intentarlo merece la pena. Los estímulos que reciben los menores de 5 años son los que más afectan al desarrollo y los que marcarán la salud, el bienestar y las habilidades académicas y emocionales de cada niño. Los países de América Latina y el Caribe invierten cada vez más en la provisión de servicios para la primera infancia porque es una inversión de futuro: los beneficios económicos de un programa de educación infantil son varias veces mayores que sus costes. Sin embargo, lo más importante es que estos servicios sean de calidad y que, en el caso de programas públicos, beneficien en la misma medida a quienes más los necesitan.

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Cuando hace cinco años el programa peruano Cuna Más asumió el objetivo de mejorar el desarrollo infantil en regiones de pobreza y pobreza extrema, lo hizo con vocación de llegar a todos. Este programa social destinado a los menores de 36 meses interviene en zonas rurales a través del servicio de acompañamiento a familias, haciendo visitas semanales a los hogares para trabajar con las familias en la mejora del desarrollo infantil de los menores a su cargo a través del juego y de interacciones sensibles, receptivas y ricas en lenguaje. El servicio atiende a casi cien mil niños al año en todo el territorio de Perú y muchos lo consideran como un modelo para otros países de América Latina.

Este servicio se inspiró en la metodología y los resultados del modelo Reach Up and Learn, que había sido desarrollado, aplicado y evaluado en Jamaica desde los años 80 y, más recientemente, en Colombia. En ambos casos, el modelo mostraba resultados positivos en el desarrollo infantil. No obstante, en ambas experiencias se trabajaba en una escala más pequeña.

Hacer que un programa de desarrollo infantil llegue a todos implica riesgos y siempre existe la posibilidad de que la iniciativa fracase si no se identifican problemas que a veces no es posible anticipar. Es la “cara oscura de pensar a lo grande”, que no solo implica cuestiones prácticas relativas a la contratación del personal, al diseño operativo o al material que se va a emplear sino también aspectos de oportunidad política como partidas presupuestarias, cambios de ciclo de gobierno o capacidad técnica.

El desafío de producir un modelo en masa es guardar la fidelidad con los parámetros originales para que la calidad no se vea comprometida. Capacitar a 10 personas para trabajar según un modelo no es lo mismo que formar a 10.000. Pero, además, hay que garantizar que esas personas puedan ser reemplazadas con agilidad en caso de necesidad, que los sistemas de compras y contrataciones públicos operen con flexibilidad y con transparencia o que los proyectos se acompañen de mejoras continuas de la calidad y de un adecuado seguimiento de los resultados sin que supongan cargas excesivas para el personal técnico.

Conciliar lo anterior con las restricciones propias de un programa financiado con fondos públicos exige buenas dosis de innovación en las respuestas que se den a los problemas que vayan surgiendo a medida que el programa se extienda. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) acaba de crear, por ello, un Fondo de Innovación de Desarrollo Infantil Temprano fruto de una alianza con diversas asociaciones civiles para financiar, diseñar, aplicar y evaluar iniciativas innovadoras que puedan ser llevadas a escala para beneficiar a los niños menores de 5 años en situación de pobreza en América Latina y el Caribe. Porque aunque sea difícil, la experiencia demuestra que es posible “pensar en grande” en una región tan desigual como América Latina y el Caribe y así, garantizar a todos los niños el derecho a un desarrollo pleno.

Caridad Araujo, Especialista Principal de la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.

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