_
_
_
_

Transacciones hacia mejores colegios

Los programas de transferencias monetarias condicionadas pueden ser el motor del cambio

Adolescentes en Jamaica.
Adolescentes en Jamaica. Getty

En muchos países un adecuado rendimiento escolar es la puerta de acceso a centros educativos de mayor calidad. Pero no basta con tener buenas calificaciones. La inseguridad económica, la falta de aspiraciones y el tener pocas expectativas de futuro tienen una incidencia clara en la calidad educativa de los estudiantes en situación de pobreza.

Los programas de lucha contra la pobreza se han esforzado durante años en conseguir que los niños de poblaciones desfavorecidas vayan al colegio con el fin de dotarles de más recursos con los que romper el ciclo intergeneracional de la pobreza. Se trata, en definitiva, de que los niños de hoy entren en el mercado laboral de mañana más preparados que sus padres lo que les permitiría generar mayores ingresos a través de sus propios esfuerzos.

Numerosos informes técnicos y rigurosas evaluaciones de impacto han demostrado los grandes avances en este sentido y, sin embargo, pocos se han centrado en analizar los logros en el aprendizaje, su influencia a la hora de acceder a un centro educativo de mayor calidad o cómo el aumento de las aspiraciones de los estudiantes puede situarlos en una mejor trayectoria educativa. Un estudio recién publicado analiza por vez primera la incidencia de un programa de lucha contra la pobreza en estos aspectos.

El Programa de Avance mediante la Salud y la Educación (conocido como PATH, por sus siglas en inglés) es el programa de transferencias monetarias condicionadas de Jamaica que actualmente beneficia a más de 350.000 personas. Los programas de este tipo nacieron en América Latina y el Caribe hace 20 años como resultado de un proceso de reforma de los mecanismos que se estaban empleando para reducir la pobreza. El cambio fundamental consistió en empezar a entregar dinero en efectivo a los hogares pobres para que lo invirtieran en sus necesidades más inmediatas en lugar de subsidiar el precio de determinados productos. A cambio las familias tenían que cumplir unas condiciones dirigidas a fomentar la acumulación de capital humano entre los niños, principalmente en los terrenos de la educación y de la salud. Hoy en día estos programas están extendidos por buena parte del mundo y en América Latina se encuentran operativos en 17 países beneficiando a 136 millones de personas.

El programa jamaicano PATH se enfoca en el 40% más pobre de la población y supuso un aumento del 3% en la asistencia escolar de los niños entre los 6 y los 17 años. Para recibir la ayuda económica, que es bimensual, las familias adquieren el compromiso de que todos sus hijos en edad escolar asistan a la escuela como mínimo un 85% de los días lectivos. Hasta el año 2013 el monto transferido a los niños era superior al de las niñas, pues se buscaba promover la asistencia escolar de los varones, quienes presentaban tasas mayores de abandono escolar y menor rendimiento académico.

El estudio mencionado, realizado por especialistas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y publicado por el centro Elsevier en el Journal World Development, demuestra que este programa de transferencias ha tenido un claro impacto en la trayectoria educativa de los beneficiarios varones que viven en las ciudades. Estos han mejorado sus resultados en los exámenes estandarizados de sexto grado (GSAT por sus siglas en inglés) y han visto facilitado, como consecuencia, el acceso a centros educativos de mayor calidad.

Curiosamente, esa mejora no se ha podido constatar entre las estudiantes. Según los autores del informe, ello puede ser debido a que las niñas jamaicanas presentan tasas inferiores de abandono escolar y mejores resultados académicos que los estudiantes varones, lo que permite suponer que los chicos están acercándose a los niveles de sus compañeras. En este sentido, los especialistas destacan los resultados positivos en un momento de transición clave en la educación juvenil, el paso de la primaria a la secundaria, dado el riesgo de problemas académicos y de comportamiento entre la población mayormente masculina.

Las transferencias condicionadas inciden en el ámbito educativo de numerosas maneras. Pueden hacer descender los índices de trabajo infantil y fomentar la asistencia escolar. En la medida en que proporcionan seguridad alimentaria y una nutrición más variada, pueden incrementar la productividad y el desarrollo cognitivo, especialmente en aquellos programas que incluyen los comedores escolares. Al promover y facilitar el uso de servicios médicos preventivos, mejoran la salud de los escolares. Proporcionando una cierta estabilidad financiera, pueden aumentar las aspiraciones de los estudiantes permitiéndoles hacer planes educativos para el futuro y pueden permitir que los padres pasen más tiempo con sus hijos o que dispongan de recursos más estimulantes que favorezcan un desarrollo infantil temprano. Finalmente, para aquellos niños que se vieron beneficiados por las transferencias monetarias condicionadas desde el embarazo de sus madres, los exámenes médicos y una mejor nutrición pueden haber mejorado su salud y desarrollo en la edad más temprana permitiéndoles un mejor desenvolvimiento escolar.

Pero las transferencias condicionadas también pueden plantear otro tipo de consecuencias en el terreno educativo que significan un desafío. Al aumentar la asistencia escolar afectan al tamaño de las aulas y a la composición de las mismas y los nuevos estudiantes pueden tener habilidades o motivaciones inferiores a los que acuden a la escuela sin estar sujetos a la condicionalidad de estos programas. Todo ello genera alteraciones en la dinámica de las clases y puede incrementar la carga de trabajo de los profesores.

Dos décadas de aplicación de los programas de transferencias condicionadas en América Latina y el Caribe ponen de manifiesto su gran contribución al alivio de la pobreza. Por ello necesitan seguir concentrándose fuertemente en su objetivo fundamental: invertir en el capital humano de los niños y jóvenes que viven en situación de pobreza.

*Sofia Martinez-Cordova es consultora en temas de protección social en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_