Los votos decidirán la sede de las agencias europeas
Los 27 optarán en igualdad de condiciones a albergar las instituciones que dejarán Londres
Los gobernantes de la UE han elegido el modelo Eurovisión para dirimir quién se lleva las dos agencias europeas que deberán mudarse de Londres a otras ciudades comunitarias tras el Brexit. Esa fórmula (con voto secreto y sujeta a cualquier tipo de negociaciones bajo cuerda) mantendrá hasta el final la incógnita de qué dos países albergarán la Agencia Europea del Medicamento y la Autoridad Bancaria Europea. Los 27 Estados que conformarán la UE tras la salida de Reino Unido depositarán su voto el día 20 de noviembre en Bruselas.
Candidatos a albergarlas no faltan. La primera agencia ha recibido 19 ofertas (entre ellas la de España, que la reclama para Barcelona, a pesar de la crisis actual); la segunda, más modesta, tiene a ocho países interesados. La Comisión Europea rechaza el papel evaluador que le reclamaban algunos para hacer una primera criba. Ha optado por la vía salomónica: todas las candidaturas —sea Malta o Alemania— cumplen escrupulosamente los criterios para acoger esos dos centros.
El problema reside en combinar, en una misma decisión, criterios políticos y técnicos. El bloque del Este, menos nutrido de organismos europeos, presiona para recibir una de las dos, preferiblemente la del medicamento. Para mitigar esa tentación de equilibrio geográfico, la agencia preguntó a sus trabajadores, obligados a abandonar la cosmopolita Londres para irse a vivir a un lugar potencialmente muy distinto.
Los resultados de esa encuesta —convenientemente filtrados— no sorprenden. Los trabajadores prefieren trasladarse a Ámsterdam o Barcelona que a Zagreb (Croacia) o Sofía (Bulgaria). Aunque el Consejo Europeo responde que las filias del personal no cuentan, las agencias, que emplean a profesionales muy cualificados, se arriesgan a perder a parte de sus expertos en la mudanza.
Pese a lo mucho que hay en juego —ambos centros tienen una labor reguladora y supervisora—, la suerte se decidirá al modo Eurovisión: el ganador no es necesariamente el mejor cantante, pero sí aquel cuyo país se granjea las mayores simpatías de sus socios.