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Saber vivir en pareja en la era de los 'supersingles'

No solo somos más individualistas, nos estamos volviendo egoístas sexuales

Tú y yo es igual a nosotros. El ideal de romántico imperante desde hace años es aquel en el que las dos personas se funden, casi en el sentido estricto de la palabra, en una relación por supuesto monógama, y que se espera que dure para siempre.

Pero eso está cambiando. Ahora yo soy yo, tú eres tú, y compartimos un espacio limitado durante un tiempo indeterminado. Así, hemos pasado del “sin ti no soy nada”, al “yo mi me conmigo”, para adaptar el amor a una sociedad más individualista. Ya no se habla solo de singles, un nuevo término emerge para describir a aquellos que llevan demasiado tiempo solos, cuyo mejor amigo es su perro, con quien no tienen que discutir los planes de vacaciones: los supersingles. Pero, ¿también somos más individualistas en la cama?

La sexóloga Nayara Malnero aporta que, por su experiencia en consulta, “sí que nos hemos vuelto más individualistas, pero quizás siempre lo hayamos sido”. En su opinión antes la tendencia en pareja era “a hacer todo juntos y a tener muy poca independencia”, algo que tampoco era precisamente sano. Sin embargo, ahora, lo que aprecia la sexóloga es “mucha más culpabilización del otro y cero responsabilidad sobre el cuidado de la pareja”.

En el terreno más sexual, Malnero declara que esta tendencia se ve aún más claramente. “Cuando algo no funciona en el sexo la culpa la tiene siempre el otro”. El motivo, según la experta, puede ser que “hoy por hoy contamos con más opciones para tener relaciones esporádicas y eso hace que el egoísmo sexual sea mayor. No obstante, seguimos muy interesados en la satisfacción del otro.”

Individualistas en todos los aspectos

La cama no es el único espacio donde parece que nos hemos vuelto más individualistas. Así lo ratifica un estudio de 2015 que analiza a gran escala los últimos 150 años en busca de la respuesta de por qué las personas se han vuelvo más independientes, y han ido perdiendo arraigo a ideas como los lazos familiares.

Coordinado por Igor Grossmann, profesor de Psicología Científica de la Universidad de Waterloo (Canadá) el estudio fue publicado en Psychological Science y analizó fenómenos como que haya aumentado la tasa de divorcios respecto a la de matrimonios, que sea más común tener un solo hijo, que haya más adultos que vivan solos, o incluso que se busquen nombres más singulares para el nombre de los hijos o se escriba más sobre temas individualistas.

Así, una de sus principales reflexiones es que la tendencia al individualismo proviene sobre todo de factores socioeconómicos, como es la de la proliferación de profesiones liberales, y también, del trabajo compartimentado en las oficinas, en detrimento de los oficios manuales. De esta manera, la conclusión de Grossman era que “el individualismo, además, es consustancial a la educación y la salud: cuanto mejores son estos estándares, más individualista es la sociedad”.

A este respecto, la socióloga Rosario Guillén aporta que “somos más individualistas porque nuestra realidad es muy diferente a la de hace unos años, ha cambiado nuestro modelo familiar, pero también lo ha hecho el laboral y el social”. Unida a la idea de si influye o no la situación socioeconómico, la experta argumenta que sí, dado que “nos permitimos tener sueños u objetivos y luchar por cumplirlos”. De esta forma, lo que se aplica al trabajo, también se aplica a la pareja, puesto que “lo que ‘debemos’ a nuestra familia o a nuestra empresa no tiene que ver nada con el ayer”.

El nuevo contexto de la pareja

La implicación de esta creciente tendencia al individualismo en la pareja se observa en multitud de detalles. Como cita Guillén, “en pareja también somos más individualistas, guardamos momentos y espacios dedicados al disfrute individual”, algo que en realidad “es síntoma de una relación sana, porque cada vez somos más conscientes de que no hace falta compartir todo con el otro. Una pareja no se compone de dos individuos fusionados”.

Respecto cómo afecta eso a la esfera más íntima, la socióloga añade que “pensar más en uno mismo que los demás no implica desatender al otro. De hecho, al ser más individualistas también tenemos más ego, y como consecuencia no nos gusta quedar mal en el terreno sexual”.

Por otra parte, y rompiendo una lanza a favor de las apps de contactos, Rosario Guillén insiste en que “las relaciones sexuales se empiezan a mantener de forma más temprana y el acceso a redes sociales de ligoteo y la variedad en los encuentros sexuales, al final nos convierten en casi expertos en la materia”.

Desde su punto de vista, esto supone que “cuando accedes a un abanico más amplio de experiencias, sea más fácil saber lo que quieres y por lo tanto, tender a buscar lo que más te satisface personalmente”. Es decir, que aunque sea cierto que en las redes de contactos también haya una tendencia a consumir personas más que interaccionar con ellas, el problema no es la herramienta, sino el uso que se quiera hacer de ellas.

Este cambio de tendencias, en opinión del psicólogo Manuel Antolín  también supone que “se potencien diversas formas de amor y de vivir el sexo”. De esta forma se encuentra que “las relaciones en personas solteras son más esporádicas”, pero que también hay más diversidad respecto a la forma de entender lo que es una pareja.

El experto matiza que ahora “conviven distintos tipos de relación desde el matrimonio tradicional hasta los matrimonios a distancia, que viven en países diferentes por motivos laborales; relaciones abiertas, en las que cada pareja tiene sus propias reglas y límites acordados por ellos, mientras que las otras relaciones son secundarias; relaciones libres en las que tener todas las relaciones que quieran, eliminando la idea de posesión; y relaciones poliafectivas, como el poliamor, en la que hay 2 o más relaciones afectivo-sexuales en las que existe amor.

Ni tanto ni tan calvo 

Aunque este es el ideal, lo cierto es que este nuevo individualismo no siempre conlleva un mayor equilibrio entre el bienestar personal y el de la pareja, puesto que también hay quién lo lleva a los extremos, y mira tanto por sí mismo, que se olvida de las emociones de la otra persona.

Tal y como explica el psicólogo Manuel Antolín , “el individualismo afecta en la relación en cuanto a que la resolución de las propias necesidades puede ponerse por delante de las necesidades del otro, o al menos no tener tan en cuenta al otro y su bienestar”. Esta nueva condición “puede llevar a una toma de decisiones menos ética, en el que el otro puede convertirse simplemente en un medio para satisfacer mis necesidades. Esto suele llevar a la frustración y al desengaño en el campo de la sexualidad así como en las relaciones de pareja”.

Este es también el motivo por el que, según el psicólogo, “quizá aguantamos menos en relación de pareja”. Para buscar un equilibrio entre el yo y el nosotros, Antolín apunta a ideas como “tener en cuenta que cualquier tipo de relación ha de causar bienestar a todas las personas que se impliquen en ella”, es decir, que sea algo que sume a ambos, pero nunca reste.

Igualmente, insiste en que “es necesario descubrir qué es lo que te gusta, tanto a nivel sexual —conocer tu cuerpo y lo que te da placer, estar abierto a descubrir nuevas formas de disfrute o no según tus deseos— como en el tipo de vinculación que te hace sentir bien (matrimonio, parejas de hecho, relaciones abiertas...)”. Por supuesto, saber cómo gestionar todo eso en pareja, sin que la otra persona ceda demasiado espacio y negociando puntos de encuentro.

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