Cuando la revolución se precipitó en Rusia
El 25 de octubre de 1917 los bolcheviques dieron un chapucero golpe de Estado y conquistaron el poder
Nunca un guion se impone fácilmente. Las circunstancias pueden trastocarlo mil veces, e incluso tergiversarlo, de manera que el resultado termina por no parecerse en nada al proyecto inicial. Cada cual lo sabe por propia experiencia: es raro que las cosas salgan como se esperaban. Lo mismo pasa en la historia. El 23 de febrero de 1917 (8 de marzo en el calendario gregoriano, el que actualmente se utiliza en casi todo el mundo) se celebraba en Rusia el Día Internacional de la Mujer. Así que una multitud de ellas marchó hacia el centro de Petrogrado (la actual San Petersburgo) para reclamar lo que estimaban entonces más urgente: la paz, que sus hijos no murieran en los frentes de la I Guerra Mundial, que volvieran a casa.
Es verdad que a aquellas mujeres las acompañaron gentes de las ideologías más diversas y con las reclamaciones más variadas, en su marcha hacia el Nevá. Así empezó todo. Las movilizaciones se sucedieron en los días siguientes. Hubo enfrentamientos con las fuerzas del orden público, saqueos, muertos. Cada vez eran más los insurrectos y cada vez se organizaban mejor. El lunes 27 se hablaba ya de revolución. Algunos grupos bien organizados tomaron lugares estratégicos y otros llegaron al palacio de Táuride. En pleno caos se creó el sóviet de Petrogrado. El 2 de marzo cayó la monarquía y se impuso la república. Un Gobierno provisional tomó el poder.
Vinieron meses de indefinición en los que convivieron dos poderes que se miraban de reojo. Cada decisión del Gobierno provisional era cuestionada por el sóviet, que sin embargo, se resistía a tomar las riendas de la situación. “Se les dio poder sin responsabilidad, mientras que el Gobierno provisional tuvo responsabilidad sin poder”, ha escrito Orlando Figes. “La guerra se había prolongado demasiado tiempo”, apunta luego el historiador, “la gente estaba harta de hacer cola la mitad de la noche para conseguir pan y existía un sentimiento generalizado en las fábricas y en los cuarteles de que el statu quo ya no podría ser soportado”. Los bolcheviques se dieron cuenta de que había llegado su hora y el 10 de octubre colocaron en su agenda el alzamiento armado.
Trotski, que estaba al mando en aquellos días, recomendó el día 24 “disciplina y paciencia”, pero el 25 (7 de noviembre, en el calendario gregoriano) llegó Lenin a las estancias donde estaban los bolcheviques, lanzó su perorata y dio la orden de iniciar la insurrección. Figes: “La Gran Revolución Socialista de Octubre, como vino a ser denominada en la mitología soviética, en realidad fue un acontecimiento a pequeña escala, que de hecho no pasó de ser un golpe militar, que resultó inadvertido para la vasta mayoría de habitantes de Petrogrado”. Fue, además, una chapuza. Podían haberlo resuelto en seis horas, y necesitaron otras 15.
La paz que reclamaban las mujeres de febrero (y que tanto utilizó Lenin) llegó un poco más adelante, pero no tardó en estallar la guerra civil. La libertad por la que tantos lucharon se convirtió en un vasto y cruel calabozo. Pero todavía hay algunos que siguen creyendo en el mito.
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