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Columna
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Seguimos estando a tiempo

Hay razones para la rectificación. Haría bien Puigdemont en pensar en el futuro de los catalanes

El presidente del gobierno Mariano Rajoy, durante su comparecencia para explicar la aplicación del artículo 155 en Cataluña.Foto: atlas | Vídeo: Pablo Blazquez Dominguez (getty) / atlas
Lluís Bassets

A pesar de todo, todavía queda margen. La destitución del gobierno catalán entero y la limitación de funciones del Parlament de Catalunya no serán efectivos hasta tanto no lo apruebe el pleno del Senado a finales de la semana próxima. Cuando suceda, las dos máximas instituciones del autogobierno catalán quedarán en manos del gobierno central. No se tocan de momento las competencias autonómicas, pero se hace algo mucho más drástico y efectivo, como es asumir desde Madrid los poderes catalanes.

Mientras tanto, el todavía presidente de la Generalitat tiene todavía una opción en sus manos para evitar que el Senado apruebe tan trascendental medida y es, ni más ni menos, que asumir los cuatro objetivos que se propone Rajoy en su decisión de aplicar el artículo 155. Esto significa, fundamentalmente, convocar inmediatamente elecciones autonómicas, y convencer a Rajoy de que se regresará a la legalidad y se recuperará la normalidad y la convivencia, además de dar una señal fuerte a los mercados y a los inversionistas y empresarios respecto a la buena marcha de la economía catalana.

Nada indica que Puigdemont sea capaz de entrar en esta lógica, que buena parte de sus seguidores entenderán como la de una rendición. Pero hay poderosas razones para evitar que culmine el procedimiento lanzado este sábado para desposeer a las dos instituciones más importantes de la Generalitat de sus poderes. La primera y más importante, es preservar el actual grado de autogobierno, el mayor de la historia de Cataluña y uno de los más amplios que puedan observarse en los Estados descentralizados en el mundo. La sustracción de poderes desde Madrid por la aplicación del 155 producirá una mutación autonómica que necesariamente terminará afectando a las competencias catalanas y que va a repercutir en el conjunto del Estado autonómico.

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Hay más razones para la rectificación. Haría bien Puigdemont en pensar en el futuro de los catalanes a la vista de la catástrofe empresarial que ha desencadenado con su desprecio de la seguridad jurídica. También haría bien en pensar en las heridas infligidas en la convivencia con su política divisiva e irresponsable, en vez de emperrarse en el inexistente mandato de una mayoría inexistente obtenido en un plebiscito celebrado sin condiciones y sin garantías. Basta con que convoque las elecciones y con que convenza al Senado de que las celebrará en condiciones aceptables en cuanto a neutralidad de la administración y de los medios de comunicación públicos, en vez del vergonzoso alud de sectarismo y de propaganda que hemos vivido en los últimos meses.

La historia ha impartido lecciones a los catalanes que algunos se empeñan en no aprender. Este es un país pequeño y sin poder suficiente para hacer vida aparte. Su fuerza reside en su unidad y en su capacidad para integrar a quienes llegan, en la disponibilidad para el pacto y en la ejemplaridad de su convivencia. Ahora la tentación será a la exageración y a la grandilocuencia. No estamos ante un nuevo 1714 ni en una nueva entrada de los nacionales como algunos se han apresurado a denunciar, sino ante la oportunidad de una rectificación racional y razonable, que permita consolidar el autogobierno que tenemos e incluso pensar en nuevos horizontes dentro de España.

Quienes lo querían todo están a punto de dejarnos sin nada. Si la consigna es lanzar a los catalanes a una absurda resistencia, vacía de racionalidad y de legitimidad, estamos perdidos todos.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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