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MIRADOR
Columna
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Sintaxis

Creo llegado el momento de que los humoristas y los lingüistas releven a los políticos en la solución del problema catalán

Julio Llamazares
Gila caracterizado de soldado sosteniendo un teléfono en una actuación en TVE.
Gila caracterizado de soldado sosteniendo un teléfono en una actuación en TVE. Foto de Promoción

Con todos mis respetos para Gila, el requerimiento formal del presidente Rajoy al president catalán Puigdemont de que le aclare si declaró la independencia de Cataluña o no para saber cómo debe actuar me recordó los gags del genial humorista del teléfono y la boina en los que hablaba con el enemigo para saber si éste iba a atacar y a qué hora, a fin de estar preparado para defenderse. ¿O qué otra cosa le está diciendo Rajoy al honorable presidental requerirle que le especifique si le ha atacado o no para, en el caso de que sea que sí, darse por ofendido y enviar a la Guardia Civil a detenerlo junto con todos sus colaboradores?

Cabe pensar que la ambigüedad con la que Puigdemont y éstos redactaron su discurso de declaración o no de la independencia, que quedó de inmediato suspendida o no en función de si se declaró o no fuera premeditada y no producto de su torpeza verbal y lingüística, en cuyo caso Mariano Rajoy estaría exculpado, pues ni siquiera al autor de frases tan deslumbrantes como la de que “Es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde” o “La cerámica de Talavera no es cosa menor, lo que quiere decir que es cosa mayor”, se le puede exigir que interprete la de una persona que además habla en catalán: “Asumo el mandato del pueblo de que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de república”. A un presidente español se le ha de exigir que responda como se debe a las ofensas a su país, pero no que analice sintácticamente una frase que ni los más avezados lingüistas podrían descifrar correctamente. Y si el presidente de España no es capaz de comprender el sentido último de la solemne frase de Puigdemont, normal es que considere que quizá se precipita al darse por ofendido y poner en aplicación el artículo 155 de la Constitución Española, que, por cierto, tampoco es tan transparente, pues llevan días y semanas prestigiosos juristas tratando de descifrarlo sin conseguir ponerse de acuerdo.

Así las cosas, creo llegado el momento de que los humoristas y los lingüistas releven a los políticos en la solución de un problema que, por si estaba poco enconado, ha entrado en el terreno de la interpretación sintáctica y morfológica, que es tanto como decir de la parapsicología. Que se lo pregunten, si no, a los estudiantes que cada año tienen que comentar un texto en la selectividad y rezan porque no les toque uno de ningún político. Preferible un chiste de Gila, que por lo menos es más divertido: “¿Está el enemigo?... Que se ponga”.

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