Esta silla, ¿es tan fea que es bonita o al revés?
Juzga tú mismo. Tom Hancocks, uno de los diseñadores que más prometen de Nueva York, no piensa darnos ninguna pista
Esta silla, que podría estar en la casa especialmente decadente de un coleccionista de muebles de los setenta, pertenece en realidad a Tom Hancocks, un creador nacido en Melbourne pero metido en los círculos arty de Nueva York y que se mueve como un anfibio entre el mundo real y el virtual. La silla DPDR parte de un diseño digital que se ha impreso y montado sin llegar a tener ninguna función real, por pura experiencia visual, y que se expuso este año en la galería Chamber de Nueva York junto a otros muebles imposibles de Andy and Dave o Jochen Holz. Esta clase de ambigüedad dice mucho del trabajo de Hancocks, que cree que sus obras físicas tienen “algo de aparición, como si tuvieran tantas ganas de estar en el mundo real que simplemente lo copian”. Su estética es la de alguien que ha pasado tanto tiempo en Internet, con su forzado darwinismo hacia las cosas bonitas, que vive lo analógico como una liberación feísta.
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