'Hip hop' contra las bandas juveniles
ANTES DE SER EL ALCALDE de América, Rudolph Giuliani fue el superpolicía de América: el gran impulsor de la política de mano dura contra el crimen en la ciudad de Nueva York. Cuando se jubiló de la política, capitalizó como nadie esa reputación creando Partners LLC, una empresa que ha asesorado a Gobiernos locales y estatales en Guatemala, Honduras, El Salvador, Colombia y Brasil, siempre aplicando variaciones de la misma receta: policía y tolerancia cero.
Simplificando mucho y mal, se podría decir que Carles Feixa es el anti Giuliani. Este profesor de antropología social de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona —aunque ha ejercido 29 años desde su ciudad, en la Universidad de Lleida— recibió hace unos meses la beca mejor dotada que concede la Unión Europea, una Advanced Grant de 2,4 millones de euros, para estudiar durante cinco años el funcionamiento de las bandas juveniles en Europa, Latinoamérica y el norte de África.
Los Mossos d’Esquadra sostienen lo contrario: el intento de mediación fracasó porque las pandillas aprovecharon la mano tendida para delinquir más.
Aunque el proyecto suena extremadamente ambicioso —implica actuar sobre el terreno en 12 ciudades tan distintas como Orán, Túnez, El Cairo, Madrid, Milán y Medellín— y en su campo de trabajo se cruzan desde el yihadismo hasta el narcotráfico internacional, no deja de ser una continuación de lo que Feixa ha hecho desde los noventa. Fue entonces cuando empezó a analizar la criminalización del punk en Lleida y después en Ciudad de México. “La idea es ver a los grupos juveniles no solo como una causa de problema social, sino como parte de la solución de estos problemas”, sintetiza. “Trabajo con la hipótesis de que acabar con las bandas juveniles es un objetivo irrealizable. Si alguien lee un titular presumiendo de desmantelar tal o cual banda, que sepa que es falso: al mes siguiente, vuelve a estar en marcha. Eso solo sirve para justificar la acción política. El objetivo ha de ser desviolentar a estos grupos”.
Hace un decenio, este antropólogo tuvo un papel activo en el reciclaje de las bandas latinas de Barcelona. Los Latin Kings pasaron a ser la Asociación Cultural de Reyes y Reinas Latinos de Cataluña, y los Ñetas se legalizaron como Asociación Sociocultural Deportiva y Musical Ñetas. Según Feixa, aquello no terminó de cuajar porque cinco años más tarde hubo un retorno a la mano dura, propiciado por un cambio en el Código Penal. Los Mossos d’Esquadra sostienen lo contrario: el intento de mediación fracasó porque las pandillas aprovecharon la mano tendida para delinquir más, en el tráfico de drogas y la extorsión. Para los jefes policiales, fue el cambio de estrategia adoptado en 2012, que pasó a considerar a estas bandas como grupos criminales organizados, lo que permitió el descenso de la actividad delictiva.
Pero el profesor mantiene sus posiciones. Aunque su corazón sigue siendo punk, admite que el hip-hop es una herramienta impagable para su equipo, una koiné o lengua común que comparten todas las bandas juveniles que analizan, desde Marsella hasta Medellín. De este género musical quiere Feixa adoptar la idea de las peleas de gallos entre raperos como una manera de canalizar las rivalidades que muchas veces llevan al crimen.
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