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Tenemos un café pendiente

Diego Mir

CARLOS Y YO éramos colegas de trabajo y buenos amigos. Hicimos juntos muchos proyectos, comíamos a menudo y salíamos de vez en cuando con nuestras respectivas parejas. Un día, un compañero que nos conocía bien me preguntó:

—¿Os pasa algo a Carlos y a ti?

—No —le respondí—. ¿Por qué lo dices?

—No sé, es que se os ve distantes…

La afirmación, de entrada, me sorprendió. Pero pensando en ello me di cuenta de que era absolutamente cierta. Seguíamos compartiendo algún proyecto, pero ya no comíamos ni salíamos juntos. Aquella charla me hizo abrir los ojos y, tras pensar en ello detenidamente, comprendí que en realidad sí que me pasaba algo con Carlos. Algo tan sencillo como que me había sentado fatal un comentario que había hecho sobre mí en una reunión y nunca lo había hablado con él. Sin ser conscientes, efectivamente nos estábamos distanciando. Teníamos un café pendiente.

La expresión alude a esa conversación que no hemos mantenido y que, sin embargo, deberíamos afrontar con alguien de nuestro entorno por algo que ha ocurrido, ya sea algún tipo de conflicto o disputa que está poniendo en riesgo nuestra relación. Todos tenemos alguna charla así. Es algo natural y forma parte de una convivencia normal. Pero es bueno identificar el problema y no postergarlo durante mucho tiempo y quedar con la persona en cuestión cuanto antes. Hay que poner fecha y hora, fuera del día a día y de la presión.

Las conversaciones pendientes no son solo por asuntos negativos; hay muchos agradecimientos no dados al olvido.

Pero antes de llegar a ese punto, ¿cómo podemos ser conscientes de que nos hace falta una conversación de este tipo? La respuesta es sencilla: imaginemos que alguien, como en el ejemplo, nos ha dejado en evidencia en una reunión. Es algo que puede sentar mal, pero, una vez pasado el disgusto, es fácil dejar de pensar en ello. Sin embargo, puede ocurrir que, cuando nos crucemos con esa persona, el episodio vuelva tozudamente a nuestra mente. Verle provocará inevitablemente que vuelva a la memoria lo que ocurrió. Si es así, esta es la evidencia de que se trata de un trance no superado.

También hay que tener en cuenta que no todo el mundo está dispuesto a afrontar la situación. Hay personas que ni comprenderán lo que les vamos a contar, ni tendrán la más mínima intención de hablarlo. Un principio fundamental es que tengamos los cafés pendientes solo con aquellos con los que creemos que la relación merece la pena y cuando estemos convencidos de que esa charla nos ayudará a recuperarla. Puede que la otra persona no quiera quedar porque no es consciente del episodio que a mí me molestó, o porque ha pasado un tiempo y lo ha borrado de su mente. Pero para mí es muy importante. Tener la ocasión de expresar lo que siento va a ser valioso y sano para nuestra relación. Aunque el otro no lo necesite ni tenga en este momento mi misma vivencia. En esos casos hay que insistir porque es necesario para uno mismo, pero sin esperar nada en concreto. Es una charla que tiene que abordarse sin expectativas. Puede que la persona en cuestión conteste: “No tenemos nada de qué hablar”, pero eso no significa que la relación esté perdida. Lo que quiere decir es que no está preparado aún. Si su respuesta es: “Mejor la semana que viene”, lo que se le pasa por la cabeza es que necesita un tiempo. Quizá diga directamente: “Vale, cuando quieras”. Eso es que quiere hablar con usted.

También es importante caer en la cuenta de que las conversaciones pendientes no son solo por cosas negativas que pasan en el contexto de una relación; hay muchas charlas —más de las que imaginamos— por cosas buenas que no hemos compartido con la gente que nos importa, o por agradecimientos no dados. Si hoy no te doy las gracias, mañana será más difícil, y pasado, ya casi imposible (cada vez me da más vergüenza mi omisión). A partir de ahí el café pendiente está servido. Solo reserve un espacio de tiempo generoso para pasar con esa persona, porque este tipo de conversaciones requieren tiempo y es bueno apurarlas hasta el final. Y, por último, busque un entorno propicio. El lugar siempre es parte del mensaje.

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