Redes neuronales
SI EN LUGAR DE a miles de personas, hubiéramos reunido en esta playa a miles de chimpancés, habrían sido al poco tiempo víctimas del caos, pues estos animales solo pueden convivir en comunidades reducidas. Lo explica muy bien Yuval Noah Harari en Sapiens (Debate), donde señala que nuestro secreto para cooperar en grupos cientos de miles o millones de individuos se debió al advenimiento de la ficción. Desde el instante en el que nuestro cerebro fue capaz de alumbrar realidades imaginadas como la religión, el código civil, la patria o El Corte Inglés, los seres humanos, fusionados en torno a tales mitos, pudimos superar el umbral crítico de cooperantes que en nuestros parientes, los chimpancés, no pasa de 50.
Del mismo modo, en fin, que creemos en Dios o en el dólar, creemos en la idea de ir a la playa. Gracias a esa ficción la gente puede convivir en espacios reducidísimos sin que la violencia estalle. Al llegar a casa, asegurarán que vienen de la playa sin conciencia alguna de mentir. De hecho al día siguiente de que se publicara esta foto en El País, me telefoneó un amigo de Barcelona para que lo buscara con una lupa, pues había estado allí en el momento en el que se sacaba la instantánea. Es uno de los que creen estar bañándose. Este amigo también estuvo entre la multitud cuando vino el Papa a España porque es muy católico. Ahora es independentista, pero hasta hace poco llevaba una banderita española en la muñeca. A veces saltamos de una ficción a otra como el chimpancé de una a otra rama. Todo esto gracias a la versatilidad de nuestras redes neuronales.
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