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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Brexit o el entusiasmo del cónyuge abandonado

La UE saborea la idea de quedar libre para siempre del que nunca fue del todo leal al proyecto que compartía con Londres

Gabriela Cañas
Manifestantes ante el Parlamento británico con motivo de la aprobación de la ley que permite al Reino Unido abandonar la Unión Europea.
Manifestantes ante el Parlamento británico con motivo de la aprobación de la ley que permite al Reino Unido abandonar la Unión Europea.TOLGA AKMEN (AFP)

Mañana se inicia una nueva ronda de negociaciones —la cuarta— entre Reino Unido y la Comisión Europea para acordar los términos del Brexit. Las tres anteriores no han servido más que para fijar posiciones y, en consecuencia, constatar que el acuerdo es harto difícil. El cónyuge abandonado (la UE) exige al otro que pague los platos rotos y el que quiere marcharse (Londres) empieza a comprender con horror que romper una convivencia de 44 años es mucho más caro y complicado de lo que preveía. Lo extraño de esta pareja ahora mal avenida es que el abandonado vive en la inesperada euforia de quedar libre para siempre del que nunca fue del todo leal al proyecto de vida que tenían en común.

Los espíritus europeístas se inflaman de nuevos proyectos, como demostró la semana pasada el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en los que los británicos siempre han sido un freno, como la moneda única, el espacio de libre circulación o la inmigración. Incluso en el Parlamento Europeo ya se hacen cábalas sobre cómo repartirse los 73 escaños que ocupan ahora sus eurodiputados; entre ellos los euroescépticos que tanto han intoxicado a sus ciudadanos con mordaces críticas a Bruselas basadas en la mayoría de las ocasiones en datos falsos. Algunos países, como España, podrían beneficiarse de ese reparto.

Es la primera vez que uno de los miembros de la UE abandona el proyecto. Hacer de la necesidad virtud es hoy la línea directriz de los Veintisiete, que han hecho piña contra el desertor. Con acuerdo o sin él —salvo prórroga—, Reino Unido se irá el 19 de marzo de 2019. Se habla incluso para entonces de una nueva primavera europea. ¿Pero no será tanto entusiasmo una ilusión, un sueño del que despertarse abruptamente?

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Reino Unido es uno de los Estados miembros más ricos de la UE. Contribuye a las arcas comunitarias con 10.000 millones de euros netos al año. Los próximos presupuestos plurianuales (a partir de 2021) tendrán, en consecuencia, que ser más modestos; en torno al 17% menos. Habrá menos dinero a repartir. Pero, como ahora están empezando a comprobar los negociadores británicos, su país obtiene unos beneficios de más difícil cálculo por el hecho de estar en el club. De ahí su resistencia a salir del mercado único.

El ejemplo más nítido de que la nueva Europa puede beneficiarse incluso económicamente del Brexit está en el terreno militar. Si los Veintisiete logran poner en marcha la Europa de la Defensa, que tanto ha frenado Londres, se ahorrarán 26.000 millones. Es el coste de la falta actual de coordinación por la cual hay en la UE, por ejemplo, tantos aviones y carros de combate distintos.

Frente a tales perspectivas, es lógico que ahora el cónyuge abandonado se disponga a escuchar esta semana con recelo a Theresa May, que quiere proponer en Florencia una “relación privilegiada” de su país con la UE.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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