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¿Es una irresponsabilidad llevar al niño con fiebre a clase?

Este debate es uno de los temas estrella en las reuniones de principio de curso en las escuelas infantiles

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Cualquiera que tenga un hijo y trabaje se ha hecho esta pregunta: ¿el niño tiene fiebre, pero solo 37,1 centígrados, le llevo a la guardería? Una tesitura que se plantean muchos padres. Unos deciden dejarlos en casa. Pero muchos, los llevan. Este debate, que en un principio puede parecer nimio, es un tema que provoca furor y bastante discrepancia en las reuniones de principio de curso de las escuelas infantiles; reuniones que ponen en orden las normas que seguirá cada centro a lo largo del curso y que intentan responder a las dudas de los padres. Y la fiebre suele generar una discusión acalorada con distintas vertientes.

Los educadores defienden que el niño siempre se quede en casa con fiebre -aunque tan solo tenga unas décimas- para evitar contagios innecesarios a otros alumnos y a las propias educadoras; una parte importante de los padres están de acuerdo con esto para evitar infecciones, pero hay algunos progenitores que aunque aseguran que cumplen el criterio, luego, cuando la realidad se presenta ante ellos, terminan llevando al niño al cole con unas décimas. ¿Es responsable? ¿Qué les lleva a tomar esta decisión?

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Entre los motivos que fuerzan a muchos progenitores a saltarse esta normativa, en principio, más que razonable, está la falta de recursos para hacerse cargo del pequeño enfermo. Como, por ejemplo, no tener abuelos o alguna persona de confianza para que se haga cargo del niño; tener que trabajar y la consiguiente imposibilidad de conciliar, o simplemente no dar la importancia necesaria a la fiebre del menor, por tener tan solo unas pocas décimas -a pesar de que, en bastantes ocasiones, esta suele ser un síntoma de una patología subyacente-.

Los médicos lo tienen claro. Cuando el termómetro marca 38 grados de temperatura es fiebre para todos, pequeños y adultos, con independencia de que la temperatura basal -la más baja del cuerpo en reposo- sea más baja en los menores que en los adultos. Esta se suele situar en niños en los 35,5 grados. Todo lo que suba de esta temperatura es lo que se denomina febrícula, “que, efectivamente, puede alertar de que puede haber algo en el organismo que no funciona bien", según los expertos. “No existen niños de fiebres bajas. Lo que sí existe es la fiebrefobia, es decir, un excesivo miedo y preocupación por parte de los padres ante un mecanismo de defensa normal de nuestro organismo”, explican desde la Asociación Española de Pediatría (AEP). “Hay que saber que la fiebre se presenta con más frecuencia durante los tres primeros años de vida y que, paradójicamente, su aparición es fundamental para ayudar a fortalecer la inmunidad del niño. Los pediatras recomiendan acudir al hospital solo cuando el niño tenga más de 40 grados; lleve cuatro días con síntomas o tengan menos de tres meses de vida. Y recuerdan que "la fiebre es uno de los principales motivos por los que los padres acuden a Urgencias, saturándolas en muchas ocasiones, y no siempre es necesario", añaden desde la AEP.

"Efectivamente, la fiebre en sí no es una enfermedad, sino un síntoma", nos cuenta vía correo electrónico Susana Ambrosy, pedagoga y directora de la E.I. El Girasol. "Nuestra norma es que a partir de 37,5 grados en la axila (en el caso de los más pequeños suele considerarse 38 o 38,5 vía rectal) se avisa a los padres para que vengan a recogerle. Mientras llegan se les quita ropa, se les ponen compresas frías y si pasa de los 39 grados, además, se les dan líquidos", explica Ambrosy. "El problema no es que el niño tenga fiebre, sino que es un síntoma de algo que puede o no ser contagioso. Por eso nosotros, por ejemplo, les pedimos a los padres que después de que el niño haya tenido una enfermedad infecto-contagiosa traigan un informe del pediatra que diga que está recuperado/a y que no contagia", añade.

Administrar medicinas en la escuela

"Recuerdo un caso hace casi 10 años que tuvimos en la escuela el típico caso de un niño que de pronto presentó una fiebre muy alta. Llamamos a la madre sin éxito, así que llamamos al padre y nos dijo que le diéramos a su hijo 6 mililitros de Apiretal", narra la pedagoga. Y resultó que "el niño era alérgico al paracetamol y que esa dosis era la adecuada para un niño de su peso... pero de Ibuprofeno". Todo erróneo. "Tuve la inmensa suerte de saber ambas cosas y no le dimos la medicación, pero si hubiéramos hecho lo que nos dijo el padre... ¿Qué hubiera ocurrido? Legalmente, el responsable es el que administra la medicación, y el que tiene la custodia del niño en ese momento... Y en ambos casos es la escuela", argumenta.

Por otra parte, "obviamente los padres pueden administrar a los niños antipiréticos en casa y enviarlos a la escuela enfermos... eso es casi imposible evitarlo. Solo podemos "apelar a la solidaridad y sentido común de los progenitores ya que cuando los niños están enfermos no son felices en la escuela y además contagian a otros niños... y a las profes. Y tener (como tenemos nosotros) un servicio de cuidadores a domicilio que garantiza que el niño va a estar bien cuidado en casa mientras se recuperan si los padres tienen que trabajar. Más no se puede hacer", termina.

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Sobre la firma

C. G.
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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