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Vuelta a las aulas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Y ¿por fin? llegó la vuelta al cole

La campaña comercial en torno a este evento me recuerda a San Valentín, pero septiembre no huele a perfumes caros, sino a forros, gomas de borrar y libros nuevos

PACO PUENTES (EL PAIS)

Llegó la vuelta al cole, no sé si decir por fin, así suspirando de alivio, o por desgracia. A muchos padres los casi tres meses de vacaciones de verano les parecen eternos, demasiadas vacaciones. No voy a decir lo contrario, desde luego poco tiempo no es, pero ¿quién los pillara, no? ¿Se nos hacía duro estar tres meses de vacaciones cuando éramos pequeños? Yo no lo rememoro para nada tan mal.

A mí la vuelta al cole me produce sentimientos encontrados. Por una parte tengo un buen recuerdo de mí infancia, y es que me gustaba volver a la escuela en septiembre; pero por otra parte, y eso que el verano es largo, aún me queda el regusto amargo del último curso escolar. No lo puedo evitar, me visualizo a mí misma en un futuro cercano, unas semanas más tarde, cuando las vacaciones de verano ya han quedado lejos y aún no hace ni frío como para pensar en las vacaciones de Navidad, sumida en la rutina y el estrés del día a día, del trabajo, los horarios del colegio, las extraescolares, y los deberes y se me viene el mundo encima. Además, los niños tampoco ayudan, porque al contrario que mí yo de la infancia, ellos no tienen ninguna gana de volver al colegio en septiembre. En todo el verano no quieren ni oír hablar del tema, si hace falta, hasta damos un rodeo para no pasar por la puerta del colegio, imaginaros el panorama.

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La gran campaña comercial en torno a este evento me recuerda ya a San Valentín o al día de la madre, solo que con menos glamur, porque septiembre no huele a perfumes caros, ni a bombones, ni a flores. Septiembre huele a forros, a gomas de borrar y a libros nuevos. La vuelta al cole es una caja de sorpresas en la que van apareciendo, como payasos, circunstancias que nos afectan de manera impredecible, pero algunas no tienen ninguna gracia. El gasto en libros de texto, sin ir más lejos, es una de esas incógnitas que no se desvela hasta el último momento, normalmente, hasta finales de junio y se pueden llegar a dar situaciones inverosímiles, como que incluso en el mismo colegio, los libros de segundo de primaria tripliquen el precio de los de sexto. Como tengas dos o más hijos y sus maestros hayan decidido que hay que comprar muchos libros, la cuesta de septiembre se te puede hacer muy empinada. Además, cada año son más caros, no sé si porque suben de precio sin más, o porque al avanzar de curso el temario se complica, los libros engordan, y el precio también. He comprado los libros de texto de algunos cursos de primaria hasta tres veces, y eso que mis hijos se llevan muy poquita diferencia de edad, pero por extrañas, o no tan extrañas, razones, he podido reutilizar más bien pocos.

La vuelta al cole está llena de emociones y sorpresas que desvelar, incógnitas que despejar, hay que hacer encaje de bolillos para cuadrar todo. Nuevos maestros, nuevos compañeros, nuevos libros y extraescolares nuevas, no os paséis por favor, que después no hay quien cuadre la agenda. Todos los años además empiezan el curso y faltan libros en las librerías, para alegría de algunos, ya que sin ellos es muy probable que no haya deberes todavía. Pero la alegría puede transformarse en pesadilla, y es que es muy estresante estar todos los días después del trabajo yendo a comprobar si ha llegado ya el libro de marras, para que después de haber hecho una cola que da la vuelta a la esquina, te digan que aún no les ha llegado.

Queramos o no, el verano se acaba y nos toca comprar un montón de cosas. Al gasto en libros hay que añadirle el gasto en material escolar, y la súper-mega-mochila acorazada que soporte todo ese peso. Yo no sé si a todo el mundo le pasará lo mismo que a mí, pero nunca sé si comprarla con ruedas, porque es perjudicial para brazos, codos y hombros de los niños. Así como para las escaleras del colegio y de mi casa. O apostar por la tradicional, de las de llevar en la espalda, bajo riesgo de que el centro de gravedad de mi peque se vea tan descompensado que tenga que caminar como una tortuga para no caerse de espaldas.

La cosa continúa, una vez desvelado el atraco al que nos vamos a ver sometidos en la librería, aún queda mucho más por averiguar. Es dar el pistoletazo de salida a la fiesta sorpresa del comienzo de curso y los padres empezar a revolotear por la puerta del colegio, por el patio, o por los grupos de WhatsApp, nerviosos, acalorados, algunos casi obsesionados, tratando de recopilar información de los nuevos profesores de sus hijos. Y entonces es cuando nos deseamos suerte, parece que vayamos a un examen, a una entrevista de trabajo, a hacernos una prueba médica, o a pasarle la ITV al coche... No sé por qué algo tan importante como la educación de los niños puede depender tanto de la suerte que nos haya tocado en gracia. El que nuestro día a día, nuestras vacaciones o nuestros fines de semana sean más o menos relajados queda a merced de una serie de variables tan incontrolables para los padres que nos produce hasta insomnio.

En estos primeros días de clase, para animar más la situación, siempre hay alguien, aunque no lo quieras, que te pregunta “¿Con quién está tu peque este año?”, y tú respondes con miedo a lo que te puedan contar “Con Paquita”, y cruzas los dedos, cierras los ojos, rezas, intentas anticipar su respuesta, deseas que no te cuente más que cosas buenas de Paquita… “Uy, esa la tuvo mí mayor y…” Piensas que no te va a contar nada bueno, que te vas a pasar el curso martirizada con los deberes, los exámenes, los trabajos en grupo, tú, tu hijo, tu marido, tu bebé que no va a poder ir al parque nunca más, y hasta el perro… “Y es muy floja, creo que los niños no aprendieron nada con ella, porque no acabó el libro ni mandaba casi deberes. Sin embargo, Toni, ese sí que es bueno, les exige mucho, acabó todos los temas del libro de naturales, y del de sociales, hacían muchos exámenes y tenían deberes todos los días, con él sí que aprendieron”. Para gustos, los colores, piensas. Y te marchas feliz a casa al saber que Paquita no manda casi deberes ni se obsesiona con acabar el libro.

Es un tanto frustrante, pero poco más podemos hacer los padres, aparte de preguntar si los profesores mandan o no deberes, si siguen un libro, usan blog, las dos cosas, o nada de eso… no podemos hacer nada más. No sé si ayuda de algo indagar, incluso buscar el nombre del maestro o la maestra en Facebook o Twitter a ver si se puede cotillear un poquito, salvo para crearte una impresión, tal vez errónea, que solo sirva para agobiarte más y trasladarle las malas vibraciones a tu niño. Vamos a ser optimistas, venga, seguro que este curso nuestros hijos van a tener suerte, van a tener unos profes innovadores y molones, van a aprender un montón y se lo van a pasar bien, y lo más importante, van a ir contentos al colegio todos los días.

¿Y qué pasa si les toca un profe de la vieja escuela, de los de la letra con sangre entra, de los que valoran el esfuerzo por encima de todo, incluso del aprendizaje? Pues es muy probable que el recién estrenado curso escolar acabe por convertirse en un calvario. No me gusta nada este factor sorpresa, no entiendo por qué mis hijos cuando iban a la misma escuela no pudieron tener la misma experiencia, al menos por qué no pudieron disfrutar de sus tardes de la misma manera, por qué nuestra vida en familia generalmente tiene que depender tanto de la suerte que hayamos tenido en septiembre.

El mes de septiembre, qué duro es. Solo espero que la fortuna nos acompañe en la vuelta al cole, en lo económico, en lo físico, en lo emocional, y sobre todo deseo que los deberes no nos amarguen la vida este curso que comienza y nos dejen tiempo para ser felices. Buena suerte mamás y papás, niñas y niños.

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