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MIRADOR
Columna
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Los que sueñan

Hay que borrar toda huella de Obama, se dice mientras su peluquero le arregla el pelo

Inmigrantes manifestándose contra las leyes de Trump.
Inmigrantes manifestándose contra las leyes de Trump. PAUL J. RICHARDS (AFP PHOTO)

No lo puede evitar, los dreamers le recuerdan a Obama. A su predecesor, al presidente que él mismo acusó de no ser estadounidense. Qué envidia le tiene todavía. A ese mulato que se ganó la simpatía y el respeto de casi todos cuando estaba al mando. No soportaba entonces que supiera cantar, que tuviera talento, don para la oratoria, y además fuera hijo de un africano. Por eso todavía lo detesta, porque desde siempre le tuvo mucha envidia, y mucha rabia. Se ha pasado casi una década aborreciendo su estilo y su alegría, sus elegantes dientes blancos, su sonrisa de líder con duende. Por eso ahora va detrás de los que sueñan, porque le recuerdan a su antecesor en el mando.

Hay que borrar toda huella de Obama, se dice mientras su peluquero le arregla el pelo. Si estuviéramos en el antiguo Egipto y fuera el faraón, mandaría profanar la pirámide con sus restos. Si estuviéramos en la antigua Roma destruiría todas sus estatuas. Qué duro es ser el nuevo presidente desde hace ocho meses y despertarse con la imagen de Obama todavía fresca en la memoria de los votantes. Por eso no puede resistirse y quiere hacer daño. Quiere reescribir la historia de su presente y borrar las huellas de ilusión que se forjaron antes que él.

Los soñadores son las víctimas perfectas. Esos niños que vinieron sin papeles. Esos niños que crecieron sintiendo que esta tierra era su tierra. Que aprendieron el idioma y las costumbres, que se integraron e hicieron de este país de emigrantes, que precisamente necesita muchos emigrantes para funcionar y ser grande, una nueva amalgama esperanzada. Los ochocientos mil niños que ahora son jóvenes estudiosos y que enriquecen a las universidades, a las comunidades, a los vecindarios, a las ciudades y a los pueblos, se han convertido en su nueva obsesión de hombre enrabietado. Sus impulsos personales, su rivalidad y sus complejos, van a arruinar la vida de personas inocentes.

Eran niños, niños que no pudieron decidir. Niños protegidos por la Convención de los Derechos del Niño que no pueden ser ahora castigados o discriminados por causa de la condición o las actividades de sus padres. Como niños se forjaron en una nueva patria y construyeron una nueva identidad, son los soñadores que hacen de Estados Unidos un mejor país, y nos lo demuestran todos los días.

Tenga cuidado, señor presidente, que por tierras estadounidenses hay algunos que somos descendientes de la estirpe de Don Quijote y estamos bien dispuestos a defender a los desvalidos y a los que sueñan.

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