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Republicana e inteligente, blanca y tradicional

El racismo se agazapa en muchos rincones de la vida americana, incluidas las elecciones

Jan Martínez Ahrens
Kimberley Paige Barnette.
Kimberley Paige Barnette.

Charlotte es una ciudad pujante. Sede de dos grandes bancos y con Ayuntamiento demócrata, esta urbe húmeda y verde de Carolina del Norte forma parte de ese universo donde las verdades sociológicas andan por la calle, dan la mano al vecindario e incluso se presentan a los comicios.

Una de ellas se llama Kimberley Paige Barnette. Tiene 53 años y ha sido magistrada. También ha trabajado vendiendo coches y preparando grandes eventos. Harta de medianías, ahora concurre a las primarias para ser candidata republicana a la alcaldía de este municipio de 730.000 habitantes.

Hay tres rivales en el partido y ella, con escasa experiencia política, decidió dar un golpe de efecto presentándose por sus atributos; aquellos que irremediablemente atraerían al elector y la definirían políticamente. “Republicana e inteligente, blanca y tradicional. ¡Votad por mí!”. Así se describió ante los suyos, levantando una polvareda que aún dura.

En una ciudad con un 22% de población negra, el reclamo racial fue rápidamente condenado. “Cualquier sugerencia de que un candidato está más o menos cualificado por su color de piel es ofensiva para los republicanos de Carolina del Norte”, zanjó el presidente estatal del partido. La aspirante quedó aplastada por la reacción, pero no se ha retirado ni ha pedido disculpas públicas.

Aunque nadie cree que pueda ganar, su gesto se incluye en esa corriente de las pequeñas cosas que hacen que Estados Unidos sea un país estragado por el racismo. Ese magma prebiótico que, antes que los crímenes supremacistas y los grandes abusos policiales, explica lo que muchos blancos saben pero prefieren olvidar cada mañana. Por ejemplo, que por término medio son seis veces más ricos que un negro o que tienen cinco veces menos posibilidades de ir a la cárcel. Cifras que, pese a las políticas antisegregacionistas y los esfuerzos por cambiar de rumbo, no dejan de aumentar y sin las cuales sería difícil explicar el anuncio de Kimberley Piage Barnette, la barbarie de Charlottesville o ciertas palabras de Donald Trump.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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