El terrorismo no tiene nada de islam
El autor, musulmán salafita, rechaza que este movimiento religioso se relacione con el terrorismo y aboga por la educación en la paz y la tolerancia
El pasado 17 de agosto acabamos la tarde con una terrible noticia, de las que dejan mella. Un atentado en Barcelona. Esta ciudad, que siempre ha sido conocida y reconocida por su prestigioso ambiente multicultural, era víctima de un atentado terrorista. Un poco más tarde se sucedió un segundo ataque en la localidad de Cambrils, Tarragona. Nadie entendía cuáles fueron las causas ni la finalidad de los mismos.
El atentado no tenía ninguna finalidad salvo publicitarse y llenar los diferentes medios de la comunicación de noticias, fotos y crónicas hablando de un mismo protagonista: el terror. Por primera vez desde los atentados de Madrid en 2004, España volvía a tiritar de miedo.
Sorprendió el suceso y más sorprendieron los protagonistas del mismo: jóvenes totalmente integrados en la sociedad española de los que nadie sospechaba. Se ha dejado de lado el perfil de terrorista que tenían las autoridades francesas: chavales de generaciones de inmigrantes socialmente excluidos o victimas de racismo institucional o social. La cara del terror ha evolucionado a rostros más comunes y menos sospechables.
Pese a que los terroristas son personas y jóvenes totalmente integrados sin aparente rastro de religiosidad, los medios de comunicación siguen con su vieja estrategia de ataques continuos hacia la rama salafita del islam. Que los salafitas son muy radicales y ellos propician el terrorismo. Que los imames salafitas son los que lavan los cerebros a los jóvenes, y un largo etcétera. En el aire queda la duda del significado del salafismo.
Este movimiento religioso del que todo el mundo se queja y que todo el mundo critica se basa en la continuación de las prácticas que hacía el profeta Muhammad, cuya abreviatura en árabe es sws, y sus compañeros más cercanos. Algunas de estas prácticas pueden chocar con la ideología mundial que existe hoy en nuestros días, como una vestimenta alejada totalmente de la moda, pero hay otras que se deberían de valorar y darles la importancia que merecen. Ejemplo de esto son los mismos valores del islam: paz, fraternidad, bondad, solidaridad y justicia entre otros.
El discurso del odio no tiene cabida en la religión. Y aquel que diga lo contrario, miente
Pienso que el salafismo, y el islam en general, es un modo de vida que engloba todos los aspectos de la misma. Y cuando digo todos, me refiero a absolutamente todos. Se nos ha dicho que Muhammad ha sido el último profeta de los mensajeros de Dios y con él, se completó la religión. Y la religión no es un pasatiempo para los musulmanes, es la esencia de la vida.
Cuando hago referencia a la religión, hablo tanto del islam como del salafismo, pues estos dos términos significan lo mismo, aunque algunos se esfuercen en diferenciarlos. El islam es la religión de los musulmanes y el salafismo es su puesta en práctica. Es ilógico decir que el salafismo es un movimiento que defiende o acerca al terrorismo, pienso que es una falacia. El salafismo, como yo lo veo, simplemente reproduce las prácticas del profeta. Y todavía no he escuchado o leído, de alguna fuente fiable y formada, una crítica a tal persona.
Muchos os preguntaréis si el salafismo lleva a la paz debido a que algunos de los criminales que más aparecen en los medios dicen ser de este movimiento. Pues la respuesta es fácil: un diamante es una piedra preciosa que a muchos de vosotros os gustaría tener, ¿no? Pues ese mismo diamante puede abrir una cabeza si a alguien se le ocurre la desviada idea de tirársela a otra persona. Algo parecido pasa con el islam. Hay criminales que lo utilizan como pretexto para acabar con la humanidad, pues estos no solo atacan a Occidente o a personas "infieles", sino también musulmanes. Según los datos de Global Terrorism Database de la Universidad de Maryland, más del 85% de los ataques de los terroristas son contra países de población mayoritariamente musulmana. Y tan sólo el 0,1% de los atentados son en suelo europeo. Esto no me lo invento yo, lo dicen los expertos.
Así que ya vale de criticar y maldecir sin conocer. El islam es una religión de paz. Y estos señores no tienen nada que ver con el Islam ni con el salafismo. El salafismo es el uso del islam en la vida diaria.
El salafismo no es terrorismo, es el uso del islam en la vida diaria
Sin ir más lejos, el autor de este artículo es un español de origen marroquí y se declara en privado y público como musulmán salafita. Su religión no le impide realizar sus actividades profesionales de educador social porque lo más importante para él es vivir, dejar vivir y ayudar a vivir. Esta frase célebre es la base de la religión musulmana, pues la palabra de Dios obliga a sus practicantes a vivir conforme al mensaje transmitido a los profetas; ser personas tolerantes con el diferente, pues cada uno es libre de pensar y elegir si ser musulmán o no y, por último, ayudar a los desfavorecidos, pues como dijo Muhammad sws: “las personas más queridas por Allah son las personas que ayudan a los demás” (dicho validado y autentificado por el Imam Al-Albani).
El discurso del odio no tiene cabida en la religión. Y aquel que diga lo contrario, miente. No se pueden utilizar trozos incompletos de versículos de libros sagrados alegando que estos fomentan el odio y la violencia. Basta de violencia mediática. Basta de populismo ideológico. Ya vale de hacernos daño continuamente. Y empecemos a cooperar y respetarnos entre todos.
La situación social en la que vivimos hoy en día es un abono para los movimientos terroristas, pues encuentran a millones de personas indignadas con su situación y hartas con el mundo. No es difícil encontrar a gente que infravalore su vida, vale con hablar con una persona parada de larga duración y con cargas familiares y que no tiene con qué mantenerse. Seguro que muchos de vosotros, queridos lectores, conocéis de algún caso de precariedad extrema.
Para luchar contra el terrorismo hay que trabajar en mantener un Estado de Bienestar Social de garantías. Y para ello tenemos que iniciar mejoras en el aspecto educativo, cultural, social, militar y económico. Tenemos que educar nuestra población en el respeto y la diversidad cultural porque esta es la que nos enriquece. Hay que empezar a valorar la multiculturalidad y saber gestionarla otorgando las mismas oportunidades para todos, independientemente de cuál sea su origen, nacionalidad, cultura o aspecto físico. Y ello nos permitirá formar una sociedad que sea consciente de su diversidad y esto se verá reflejado tanto en la calle como en la administración pública.
Evitar un atentado empieza por fomentar la paz. Educar en la paz y utilizar la paz
Estoy hablando, no de disminuir, sino eliminar las barreras burocráticas que impiden a las personas de diferentes culturas, hábitos o vestimentas a la promoción sociolaboral. Consiguiendo esto habremos creado el escenario perfecto para una convivencia pacífica de todas las personas. Empoderemos a las personas y hagámoslas ver que cuentan para el Estado, pues lo que define un Estado es la población que reside en un determinado espacio. Y lo que conforma un Estado Democrático es la participación de la población en la gestión del país, sino no tiene nada que ver con ello. Y la participación ciudadana supone la elección y decisión sobre cosas tan importantes como son las intervenciones militares; ya vale de participar en conflictos bélicos que nada tienen que ver con nosotros.
Ayudar no es atacar. Ayudar muchas veces supone no dar apoyo militar ni armamentístico a fuerzas ajenas, porque muchas veces, consciente o inconscientemente, estamos alimentando a un monstruo que mata vida y procrea personas llenas de odio y sedientos de venganza.
Evitar un atentado empieza por fomentar la paz. Educar en la paz y utilizar la paz. Evitar un atentado acaba por sanar las heridas no abrir otras. No a la guerra y no al odio. Si al respeto y sí a la cooperación.
Uno de los amores más dulces que conoce el ser humano lo ha escrito la religión. El amor de la fraternidad es un amor con fuertes bases de igualdad y justicia. Ámate y ama al prójimo. Es una ley que queda escrita en los libros sagrados pero sigue sin ponerse en práctica. Demos luz verde a al amor fraternal o vecinal y conseguiremos la paz mundial.
Abdel Belattar es educador social, especialista en migraciones y mediador intercultural en la Universidad de Valencia
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