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Columna
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Primera página

Javier Cercas

NO SOY PERIODISTA, nunca he trabajado en la redacción de un periódico y mi ignorancia sobre los entresijos del periodismo es total, así que me guardaré muy bien de dar lecciones de periodismo a nadie (ni de periodismo ni de nada); pero llevo 40 años leyendo periódicos y a veces siento que no prestamos suficiente atención a noticias aparentemente laterales que esconden sin embargo, a poco que uno se pare a pensar en ellas, claves de asuntos determinantes. Pongo un par de ejemplos que atañen —¡y dale!— al contencioso catalán. Por supuesto, puede que yo esté equivocado y ambas noticias hayan tenido la difusión que merecen, en cuyo caso les pido disculpas; pero puede que no esté equivocado, en cuyo caso les pido que atiendan bien.

Los votantes más ricos, con una media de 2. 190 euros de ingresos familiares netos, votan a la CUP.

¿Adivinan ustedes a qué partido político apoyan los votantes más ricos del espectro social catalán, según un estudio reciente del Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat? ¿Y a qué partido votan los segundos votantes más ricos? ¿Y los más pobres? Los votantes más ricos, con una media de 2.190 euros de ingresos familiares netos, votan a la CUP —el partido anticapitalista e independentista que sostiene al Gobierno—; los segundos más ricos, con 2.175 euros, a Junts pel Sí —la coalición para la independencia formada por Esquerra Republicana y PdCat, la antigua Convergència—, y los más pobres, con 1.490 euros, al PP (los segundos más pobres votan al PSC-PSOE: 1682 euros). Como todos, estos datos toleran muchas interpretaciones, pero dos de ellas me parecen inapelables. Una: en España, igual que en casi todas partes, son los ricos los que quieren separarse de los pobres, no los pobres los que quieren separarse de los ricos: los ricos catalanes queremos separarnos de los pobres extremeños y andaluces, que no dan golpe y gastan mucho (y no queremos separarnos de los pobres catalanes porque no podemos, al menos de momento); esto es absolutamente natural, aunque sea absolutamente injusto (y si es de izquierdas yo soy arzobispo de Canterbury). Dos: contra lo que se dice a menudo, los votantes de la CUP no son herederos de la vieja y fortísima tradición anarquista catalana: los seguidores de Durruti eran proletarios utópicos, desheredados sin remedio, esclavos en busca de emancipación, y por eso eran peligrosos para el poder; los votantes de la CUP son, con harta frecuencia, gente acomodada, coqueta y volátil, que no está dispuesta a correr ningún riesgo y no representa un peligro real para nadie. Esa era la primera noticia casi escondida a que aludía; la segunda la recordaba hace poco el señor Antonio Sanz en una carta al director publicada por este periódico. El 25 de mayo de 2014 se convocó en 130 municipios de Cataluña un referéndum sobre diferentes cuestiones sociales, que fue prohibido por la Junta Electoral Central y el Tribunal Supremo porque se solapaba con las elecciones europeas; ese día los Mossos d’Esquadra, enviados por la Generalitat de Artur Mas, paralizaron el referéndum y requisaron urnas, hubo 500 ciudadanos identificados y 10 denunciados por desobediencia. Para Sanz, este hecho es la demostración del cinismo del llamado derecho a decidir, “que sólo se aplica a lo que interesa a los dirigentes catalanes (…) Para que la gente exprese su opinión sobre cuestiones sociales, no se pueden poner urnas; pero, para que la clase dirigente catalana tenga un estadito donde lo controlen todo y el 3% pueda quedar impune, sí”. A ese cinismo se añade otro, quizá más sangrante, y es que los dirigentes independentistas fingen no saber que la democracia no consiste únicamente en votar, que votar es una condición necesaria pero no suficiente para la democracia, y que un referéndum no es en sí mismo un instrumento democrático: si lo fuera, Hitler y Franco serían demócratas, porque ambos convocaron y ganaron referendos; pero los dirigentes independentistas fingen muy bien esa ignorancia, y de ahí que mucha buena gente crea en Cataluña que un referéndum antidemocrático es el colmo de la democracia.

Dos noticias laterales, ya digo, pero, si de lo que se trata es de saber qué pasa en Cataluña, yo las hubiera colocado en primera página.

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