Balanza comprometida

Durante el primer semestre de este año, las empresas españolas vendieron al exterior mercancías por un valor muy inferior al de lo comprado fuera. Ese desequilibrio en la balanza comercial, de 11.088 millones de euros, es más de un 40% superior al registrado en el mismo periodo del año pasado. Las exportaciones en la primera mitad del año han crecido un 10% respecto al mismo semestre de 2016, pero las importaciones lo hicieron en un 11,8%. Consecuentemente, la tasa de cobertura del valor de las exportaciones sobre las importaciones cayó al 92,7%, frente al 94,2% de la primera mitad del año pasado.

Asistimos a un fenómeno recurrente. Cuando la economía española crece —el INE acaba de confirmar un alza del PIB del 0,9% en el segundo trimestre, una décima más que en el periodo anterior—, también lo hacen las importaciones, en especial las de energía. Esto no debería preocupar si con la misma facilidad que encuentra mercado en España las importaciones lo hicieran en el exterior nuestras mercancías. Pero nuestras exportaciones son más sensibles al precio, más sustituibles, que nuestras importaciones. Es el caso de la energía, cuyas importaciones han crecido en la primera mitad del año casi un 52%, de las que la economía española es casi totalmente dependiente. Pero también han aumentado de forma significativa las importaciones de bienes de equipo, las de alimentación o las del sector automóvil. Este aumento en las compras de autos, del 13,5%, ha coexistido con un práctico estancamiento de nuestras ventas al exterior.

Es una muestra más de la gran dependencia de nuestra economía del ciclo exterior. Conseguir que las exportaciones crezcan por encima de las importaciones exigirá que la demanda de lo que vendemos sea menos elástica a variaciones de precios. Es decir, que su valor añadido sea mayor: que no sean los costes bajos únicamente los que amparen su atractivo.