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¿Quién hace los deberes para acabar con las armas químicas?

Egipto, Israel, Sudán del Sur y Corea del Norte se niegan a ratificar la Convención de desarme. El tratado, que acaba de cumplir 20 años, llevó a sus precursores al Nobel de la Paz en 2013

El diplomático turco Ahmed Üzümcü, representante de la Organización para la Prohibición de las armas químicas.
El diplomático turco Ahmed Üzümcü, representante de la Organización para la Prohibición de las armas químicas.Christian Flemming/Lindau Nobel Laureate Meetings
Analía Iglesias
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"Armas de destrucción masiva" fue parte de la burbuja semántica que envolvió la promoción de la Alianza de las Azores en los preparativos de la invasión a Irak en 2003. En ese momento, la Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, la Producción, el Almacenamiento y el Empleo de Armas Químicas y su Destrucción tenía unos pocos años de vida y la Organización internacional para el desarme químico (OPAQ) trabajaba por su ratificación. Los impulsores del tratado ganaron el Premio Nobel de la Paz en 2013. Hoy son 192 los países que han firmado su adhesión, con la sola excepción de cuatro: Egipto, Israel, Sudán del Sur y Corea del Norte.

El cloro, el fosgeno y el gas mostaza se utilizaron por primera vez como armas de manera extensiva en la Primera Guerra Mundial (1914-18), en la que se estima mataron a alrededor de 100.000 personas y dejaron con secuelas a otras 900.000. En la década posterior, se prohibió su uso, pero no su fabricación ni almacenaje, que siguió a buen ritmo durante parte del siglo. En los últimos meses, un nuevo cruce de acusaciones sobre el uso de este tipo de armas sobre población civil en Siria ha llevado el asunto de los gases tóxicos a las portadas internacionales. Más cerca de España, las sostenidas protestas en el Rif —al norte de Marruecos— actualizan el eterno reclamo de los rifeños por contar con mayor inversión pública en hospitales oncológicos para una región donde se atribuye la alta incidencia de cáncer a los bombardeos con gas mostaza de la aviación española en tiempos de Alfonso XIII.

Ahmet Üzümcü (Armutlu, Turquía, 1951), director de la OPAQ, sostiene que ya se ha destruido el 96% de las armas químicas existentes. El diplomático, al frente de la organización desde 2009 y que va por su segundo mandato, fue cónsul en Alepo (Siria) y embajador en Israel, antes de representar a su país en la OTAN y en la Organización de Naciones Unidas. El encuentro con Üzümcü se produce en el marco del 67º Lindau Nobel Laureate Meeting, desarrollado a orillas del lago Constanza, en Alemania:

Pregunta. ¿Qué objetivos ha logrado la convención desde que entró en vigor en 1997?

Respuesta. Nuestros inspectores van a las plantas industriales de producción química para supervisar las actividades que se realizan. En caso de detectar armas, se ordena la destrucción. Ya se ha destruido el 96% de las armas, pero todavía hay algunas en Estados Unidos, que se ha comprometido a eliminarlas en los próximos seis años, y Rusia, que asegura que hará lo mismo a principios del año que viene.

Ya se ha destruido el 96% de las armas químicas, pero hay ocho países que todavía cuentan con tóxicos

La destrucción lleva más tiempo del planeado porque es un proceso complejo, costoso y peligroso. En Estados Unidos, algunas comunidades no están conformes con los métodos de eliminación, por lo que hay que esperar a que desarrollen otras tecnologías.

Siria declaró algunas armas químicas que tienen que ser destruidas fuera del país, así como Libia. En Irak, todavía quedan algunas, que serán destruidas muy pronto.

Todo esto es positivo, pero se sigue empleando el cloro y el gas sarín contra la población civil, por ejemplo, en Siria.

P. ¿Qué pasa con los tóxicos no declarados?

R. Somos los encargados de seguir todo el proceso, analizar los químicos y constatar la destrucción de todo lo declarado, pero sabemos que hay ocho países miembros que todavía cuentan con armas químicas (entre ellos, Estados Unidos, Rusia, India, Irak, Libia, Albania y Siria), a los que estamos enviando inspectores para constatar que estén cumpliendo con lo acordado. Si hay otros países que poseen armas químicas pero no las han declarado, esto va a desclasificarse y se sabrá un día.

P. ¿Cómo se sabrá?

R. Estas armas ya no son consideradas efectivas en la guerra. Las comerciales son mucho más eficientes. Las químicas son baratas, pero no tienen sentido, porque el enemigo se puede proteger contra el gas, hay antídotos, etcétera. Sin embargo, producen pánico y difunden el terror y ese es el verdadero riesgo. Por esto estamos preocupados por su uso en Siria. Cuando se afecta a civiles, esto crea el pánico (esto pasó en la guerra de Irán-Irak en los ochenta). Además, es muy difícil para los Estados esconder este tipo de actividades a la comunidad internacional. Es muy fácil dejar el rastro de compras de materias primas destinadas a ese fin. Normalmente, tenemos mecanismos de inspecciones rutinarias a plantas químicas. Visitamos regularmente plantas en diferentes países y podemos darnos cuenta de lo que entra y lo que sale. Finalmente, hay un mecanismo excepcional por el cual desde nuestra organización podemos enviar una inspección en 24 horas a cualquier localización sospechosa. Eso previene a las partes.

P. ¿Podría convenirle a la industria armamentística convencional anular la competencia?

La OPAQ puede enviar una inspección en 24 horas a cualquier localización sospechosa

R. No se trata del precio. El cloro es muy barato, pero si se quiere utilizarlo como arma hay que convertirlo en veneno. Hay otros químicos que se usan para fines pacíficos y, combinados, también son materia prima del veneno.

P. ¿Habéis tenido obstáculos en vuestra tarea a causa del uso político que a veces se hace del tema?

R. Cuando Irak se sumó a la Convención, en 2009, había declaraciones remanentes sobre las armas que habría tenido el régimen de Sadam Husein y, en el mismo año, Estados Unidos y el Reino Unido, que habían liderado las operaciones, informaron sobre destrucción de armas químicas. La comunidad internacional ha tomado debida nota de esos episodios y ahora hay mucha atención a lo que pasa y cómo. En lo que respecta a nuestra organización, todo lo que aceptamos investigar tiene bases científicas.

P. ¿Ha escuchado hablar del uso de gas mostaza (de producción alemana) en el norte de África, en los años 20, por parte de España? Se acusa a los países europeos de prohibir su uso en su territorio, pero de aprovecharon las existencias en el exterior.

R. Hay muchas alegaciones de uso de armas químicas en el pasado. Nuestra organización está focalizada en el presente y, como máximo, en lo sucedido desde que la Convención entró en vigor. No investigamos el pasado. Nuestro mandato es prevenir nuevos usos de armas químicas en el futuro. Son armas inhumanas y no debería usarlas nadie, en ningún lugar.

P. ¿Investigan ustedes sobre las consecuencias a largo plazo en la salud de los afectados?

R. Se puede. No sabemos todavía cuánta gente expuesta a gases tóxicos durante la guerra Irán-Irak sigue sufriendo consecuencias. La mostaza sulfurada afecta a la vista, los pulmones (hay reclamaciones por cáncer) y la piel. Visité a algunas personas en Teherán que tienen que recibir tratamiento tres veces por año (tres semanas cada vez), pero no hay cura y esto les impide una vida normal. En el caso de otros químicos, como el gas sarín, hay investigaciones, pero no conocemos las consecuencias a largo plazo.

P. ¿Cómo ayuda el Premio Nobel vuestra tarea?

R. Ha mejorado la visibilidad de la organización y de los logros, pero también de los retos. Esto motivó también al personal al principio de la crisis siria. Nos ayuda a tener una mejor colaboración con otros actores como la industria química, la comunidad científica y otras organizaciones internacionales que ahora son más receptivas a nuestras propuestas de colaboración.

P. ¿Cuáles son los puntos calientes del mundo hoy en este ámbito?

R. El foco está puesto en Siria y estamos investigando las alegaciones de Estados Unidos, pero también miramos atentamente a los cuatro países que aún no son miembros: Egipto, Israel, Sudán del Sur y Corea del Norte. 192 países están dentro, pero queremos que entren todos. Hemos escrito cartas a Israel. Pero hay constelaciones regionales: por ejemplo, Egipto quiere que Israel decline su capacidad nuclear antes de ratificar la convención. Quieren establecer una zona libre de armas de destrucción masiva en Oriente Próximo. En el caso de Sudán del Sur, hay problemas internos. Y Corea del Norte no responde nuestras cartas.

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Sobre la firma

Analía Iglesias
Colaboradora habitual en Planeta Futuro y El Viajero. Periodista y escritora argentina con dos décadas en España. Antes vivió en Alemania y en Marruecos, país que le inspiró el libro ‘Machi mushkil. Aproximaciones al destino magrebí’. Ha publicado dos ensayos en coautoría. Su primera novela es ‘Si los narcisos florecen, es revolución’.

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