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La OPAQ identifica 45 ataques con supuestas armas químicas en Siria desde 2016

La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas alerta del regreso a Europa de yihadistas capaces de fabricarlas

Isabel Ferrer
El director de la OPAQ, Ahmet Uzumcu, durante el vigésimo aniversario de la organización en La Haya.
El director de la OPAQ, Ahmet Uzumcu, durante el vigésimo aniversario de la organización en La Haya. POOL (REUTERS)

“Desde finales de 2016 ha habido en Siria 45 incidentes donde supuestamente se utilizaron sustancias químicas. Entre 1997 y 2013 no vimos ninguno”. Con tan diplomático lenguaje ha señalado este viernes Ahmet Uzumcu, director general de la Organización para la Prohibición de la Armas Químicas (OPAQ), el vuelco dado en el uso de este tipo de armamento en Oriente Medio. El último suceso se produjo el pasado 4 de abril en la localidad siria de Jan Sheijun, “y causó la muerte a unas 100 personas y heridas a varios centenares”, ha añadido. También ha confirmado que las muestras extraídas de las víctimas revelan, “sin dudas, su exposición al [gas] sarín o bien un producto similar”. Pero no ha revelado a los presuntos autores. Entre ellos pueden figurar el presidente sirio Bachar el Asad, las fuerzas rebeldes al régimen de Damasco o los yihadistas, y dicha denuncia “corresponde a los Estados miembros de nuestra organización, o bien al Consejo de Seguridad de la ONU”, subraya.

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En un informe recientemente presentado, los servicios secretos franceses sí han concluido que el gas sarín utilizado en Jan Sheijun “solo se fabrica en los laboratorios del régimen sirio”. Según los expertos franceses, el atentado “debió ser ordenado por El Asad, o por su entorno, porque los yihadistas de la zona no tienen capacidad para hacer algo así”. Estados Unidos ha conminado a Rusia, aliada de El Asad, a dejar de apoyarle y de “encubrir la matanza”. Tanto Washington como sus aliados creen que el presidente sirio ha utilizado armas químicas contra sus compatriotas, pero Moscú señala a los rebeldes contrarios a Damasco como autores de, al menos, el último ataque químico.

En su primer encuentro con la prensa desde lo ocurrido, Uzumcu ha medido sus palabras, pero ha puntualizado que sus expertos solo viajarán a Siria si se garantiza su seguridad. También ha admitido que Damasco “no incluyó el Centro de Investigaciones Científicas en la lista de instalaciones relacionadas con las 1.300 toneladas de su arsenal químico reconocido, y destruido a partir de 2013, por la comunidad internacional. Aunque no le corresponde decir si allí sigue fabricándose munición tóxica, sostiene que “Siria debería declarar el Centro y facilitar su registro, porque es un complejo enorme y hay discrepancias entre lo que expuso como programa químico y lo que puede tener”.

Sobre la capacidad del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), el otro posible responsable de fabricar estas armas, Uzumcu ha dicho que “en ISIS hay miembros del antiguo Ejército de Irak, y algunos formaban parte del programa químico del presidente Sadam Hussein”. La OPAQ ha pedido al Gobierno iraquí “que investigue el uso de sulfuro de mostaza supuestamente producido por ISIS; es rudimentaria, pero han conseguido convertirlo en un arma y es una de nuestras mayores preocupaciones”. En 2013, un ataque similar al de Jan Sheijun, ocurrido en Guta, a las afueras de Damasco, causó más de mil muertes y Estados Unidos, con el presidente Barack Obama, estuvo a punto de actuar contra El Asad. La mediación de Rusia evitó una intervención militar y Siria se comprometió a destruir su arsenal químico bajo supervisión internacional.

Uno de los mayores retos de la OPAQ consiste hoy en alertar a sus Estados Partes (192), del posible regreso de islamistas radicales con nociones de armamento químico. “Estamos haciendo recomendaciones, y si bien la mayoría de los países europeos dispone de planes concretos para ello, en otros continentes no es así. De modo que nuestra organización cuenta con un equipo que puede desplazarse en 24 horas para señalar la sustancia, descontaminar el área y tratar a las posibles víctimas”. En los últimos siete años, se calcula que la guerra en Siria ha costado la vida a unas 312.000 personas, y ha desplazado de su hogar a la mitad de sus 23 millones de habitantes.

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