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LA OTRA FOTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los últimos maestros del oro marino

De las 171 salinas que hubo en Cádiz en su apogeo, en el siglo XVIII, hoy apenas subsisten cinco mientras languidecen 5.373 hectáreas de marismas

Jesús A. Cañas
Salinas del Puerto de Santa María, en Cádiz.
Salinas del Puerto de Santa María, en Cádiz. JUAN CARLOS TORO

Del rosa intenso al blanco fulgurante hay una larga historia, un duro oficio y una cultura tradicional que pugnan por sobrevivir en Cádiz. Los espectaculares paisajes antropizados, de vivos colores y formas imposibles en la naturaleza, son un bien que escasea en una bahía que fue el epicentro europeo de la venta de sal. Hasta 171 salinas llegaron a estar activas entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XX.

Hoy queda poco de aquella pujanza del pasado. Apenas subsisten cinco salinas tradicionales en la Bahía de Cádiz, mientras languidecen 5.373 hectáreas que antaño eran marismas adaptadas a esta actividad. El oficio se pierde hasta tal punto que la Universidad de Cádiz emprendió hace cinco años la explotación de unas instalaciones salineras en desuso para intentar preservar los conocimientos que llevaba aparejada la actividad. No les falta razón a los investigadores, hoy solo quedan vivos unos cinco maestros salineros que conocen y aprecian un oficio unido a un lenguaje y cultura propios.

Pero no todo está perdido. A las cuatro salinas artesanales que sobreviven en la bahía, hay que sumar una más de interior, la de Iptuci, ubicada en pleno parque de Los Alcornocales. Además, desde hace décadas la familia Armenteros pelea por conservar la actividad, en este caso en su versión industrial, con salinas en El Puerto, San Fernando y Puerto Real. Hace tres años incluso se animaron a incorporar otra más, la de La Tapa. En todas ellas, son capaces de producir anualmente entre 30 y 40 toneladas de sal que exportan a todo el mundo y que surte a diversas marcas blancas de hipermercados.

De paso, en Marítima de Sales, crean espectaculares paisajes donde las proporciones de antaño se diluyen en inmensos cristalizadores. Allí, el agua del mar se evapora y deja paso a la dura sal. El color rosado, que el agua hipersalina alcanza poco antes de su cristalización, habla también de la riqueza biológica que es capaz de sostener la actividad. Las salinas de Cádiz son uno de esos escasos ejemplos en los que el hombre le sienta bien a la naturaleza. Y así seguirá mientras no desfallezcan esos pocos que se niegan a dejar perder el oficio que dio fama, trabajo y dinero a generaciones de gaditanos durante cientos de años.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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