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CLAVES
Columna
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Carlistas contra turistas

El municipio más importante gobernado por la CUP es precisamente Berga, la antigua capital del carlismo catalán

Víctor Lapuente
Pintada de la organización juvenil anticapitalista Arran contra el turismo.
Pintada de la organización juvenil anticapitalista Arran contra el turismo.Miriam Lázaro

La palabra de este verano es turismofobia. Pero podría ser neocarlismo. Pues algunos ataques contra el turismo tienen el sabor reaccionario y comunitario del viejo carlismo.

Más allá de la adhesión a un candidato a la corona, lo que caracterizó al carlismo, y a otros tradicionalismos europeos del siglo XIX, fue el miedo a las disrupciones sociales derivadas de la apertura comercial y la creación del Estado de derecho liberal. Frente a ello, los carlistas se aferraron a los fueros y valores locales.

Hoy, quien amenaza la vida de la comunidad no es tanto el capitalismo industrial como la economía de servicios. Pero lo que produce el miedo de fondo es lo mismo que hace dos siglos: incertidumbre laboral, emigración a trabajos precarios en la ciudad y desarraigo.

Estéticamente, es difícil encontrar personajes más divergentes que un carlista del XIX, con su impoluto uniforme militar, y un encapuchado de Arran o Ernai (las juventudes de la CUP y Sortu que han reivindicado diversos actos antituristas). Uno es autoritario, el otro asambleario. Uno profundamente religioso, el otro tan anticlerical que quiere expropiar la catedral de Barcelona para convertirla en un economato.

Pero, doctrinalmente, ambos activistas son intransigentes, eligen vías de acción extraparlamentarias y persiguen dos objetivos básicos: frenar el capitalismo liberal y quitar poder al Estado central para devolvérselo a una comunidad local supuestamente más auténtica.

Los jóvenes neocarlistas también parecen coincidir territorialmente con los viejos carlistas, ganando adeptos en el País Vasco y el Levante. Es curioso que algunas de las comarcas donde la CUP obtiene mayor apoyo electoral, como el Berguedà o el Priorat, fueran conocidos feudos carlistas. Y el municipio más importante gobernado por la CUP es precisamente Berga, la antigua capital del carlismo catalán.

La gran diferencia estriba en que los neocarlistas, de momento, no son violentos. No comparten ni una sola letra del himno carlista Dios, Patria y Rey. Aunque el tono de su música es parecido: la épica de un pueblo que se rebela contra el mundo. @VictorLapuente

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