_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Carlistas contra turistas

El municipio más importante gobernado por la CUP es precisamente Berga, la antigua capital del carlismo catalán

Víctor Lapuente
Pintada de la organización juvenil anticapitalista Arran contra el turismo.
Pintada de la organización juvenil anticapitalista Arran contra el turismo.Miriam Lázaro

La palabra de este verano es turismofobia. Pero podría ser neocarlismo. Pues algunos ataques contra el turismo tienen el sabor reaccionario y comunitario del viejo carlismo.

Más allá de la adhesión a un candidato a la corona, lo que caracterizó al carlismo, y a otros tradicionalismos europeos del siglo XIX, fue el miedo a las disrupciones sociales derivadas de la apertura comercial y la creación del Estado de derecho liberal. Frente a ello, los carlistas se aferraron a los fueros y valores locales.

Hoy, quien amenaza la vida de la comunidad no es tanto el capitalismo industrial como la economía de servicios. Pero lo que produce el miedo de fondo es lo mismo que hace dos siglos: incertidumbre laboral, emigración a trabajos precarios en la ciudad y desarraigo.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Estéticamente, es difícil encontrar personajes más divergentes que un carlista del XIX, con su impoluto uniforme militar, y un encapuchado de Arran o Ernai (las juventudes de la CUP y Sortu que han reivindicado diversos actos antituristas). Uno es autoritario, el otro asambleario. Uno profundamente religioso, el otro tan anticlerical que quiere expropiar la catedral de Barcelona para convertirla en un economato.

Pero, doctrinalmente, ambos activistas son intransigentes, eligen vías de acción extraparlamentarias y persiguen dos objetivos básicos: frenar el capitalismo liberal y quitar poder al Estado central para devolvérselo a una comunidad local supuestamente más auténtica.

Los jóvenes neocarlistas también parecen coincidir territorialmente con los viejos carlistas, ganando adeptos en el País Vasco y el Levante. Es curioso que algunas de las comarcas donde la CUP obtiene mayor apoyo electoral, como el Berguedà o el Priorat, fueran conocidos feudos carlistas. Y el municipio más importante gobernado por la CUP es precisamente Berga, la antigua capital del carlismo catalán.

La gran diferencia estriba en que los neocarlistas, de momento, no son violentos. No comparten ni una sola letra del himno carlista Dios, Patria y Rey. Aunque el tono de su música es parecido: la épica de un pueblo que se rebela contra el mundo. @VictorLapuente

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_