Un transporte capaz de acabar con los atascos
El creador de Telsa planea construir cápsulas que circularían a 1.200 kilómetros por hora dentro de tubos presurizados
Podría ser simplemente fruto de la inagotable imaginación de Julio Verne, pero viajar en cápsulas a 1.200 kilómetros por hora es posible que no sea una pura chifladura ni estar tan lejos en el tiempo como se podría pensar. Elon Musk, el visionario creador de los vehículos eléctricos Tesla y de la compañía espacial SpaceX, está detrás del Hyperloop, un revolucionario sistema de transportes que no es un coche ni un tren ni un avión y que, sin embargo, tiene elementos propios de los tres.
El invento del empresario de origen sudafricano consiste en un tubo de metal presurizado que alojaría cápsulas impulsadas magnéticamente y con capacidad para albergar a 28 pasajeros. Musk presentó los detalles del Hyperloop hace un año y ahora asegura haber recibido autorización (verbal) de las autoridades estadounidenses para empezar a construir la primera línea de túneles y elevadores, que enlazaría las ciudades de Nueva York y Washington. Recorrer en tren convencional los 370 kilómetros que separan ambas urbes cuesta casi tres horas, pero con el nuevo modelo de transporte, que alcanza velocidades subsónicas, apenas se invertirían 29 minutos. Del mismo modo, unir San Francisco con Los Ángeles (610 kilómetros) se podría conseguir en solo 35 minutos.
Pese a sus alucinantes ribetes de ciencia ficción, la primera prueba del tren que levita —cuya construcción costaría unos 5.100 millones de euros— se realizó en mayo del año pasado en el desierto de Nevada. Alcanzó 187 kilómetros por hora en 1,1 segundos. Estas cápsulas que levitan, circulan a velocidades ultrarrápidas y utilizan energía solar podrían comenzar a transportar mercancías a los prometidos 1.200 kilómetros por hora en 2019 y desplazar pasajeros, dos años después. Para el usuario, el viaje sería más barato que el avión: el billete por trayecto saldría por unos 20 dólares (17 euros).
Más allá de la viabilidad técnica y económica de este futurista vehículo, quedan incógnitas en el aire: ¿aceptarán los pasajeros viajar en cápsulas herméticamente cerradas y sin luz solar? ¿Será este un medio de transporte seguro? ¿Cómo se solventarían los hipotéticos accidentes y la evacuación de los usuarios desde el interior del tubo? Silicon Valley y el Instituto Tecnológico de Massachusetts buscan respuestas.
Detrás del fantasioso Hyperloop se esconde un problema que trae de cabeza a los alcaldes de las grandes ciudades de todo el mundo: el tráfico infernal. Conseguir acabar con los atascos sería verdaderamente un logro revolucionario, tanto quizá como la construcción de coches voladores. De rebote, se reduciría la contaminación y se mitigaría la cargante agresividad de los conductores atrapados en un embotellamiento. El propio Musk escribió en Twitter: “El tráfico me tiene harto. Voy a hacer una aburrida máquina de túneles y empezaré a excavar”. Poco después nacía The Boring Company.
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