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Inca, doctora y paladina del quechua

Retrato del inca Huayna Cápac. Durante su reinado (1493-1525) contribuyó a la extensión 
del uso del quechua.
Retrato del inca Huayna Cápac. Durante su reinado (1493-1525) contribuyó a la extensión del uso del quechua.Getty Images

EN MARZO de 2017 la antropóloga cuzqueña Carmen Escalante, profesora de la Universidad San Antonio Abad del Cusco, defendió en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla la tesis doctoral Rugido alzado en armas. Los descendientes de incas y la independencia del Perú. La noticia en sí no tendría mayor trascendencia de no ser porque la doctoranda era ella misma descendiente directa del inca Yáwar Huácaq, porque las fuentes de su investigación eran documentos coloniales atesorados por su familia desde 1545 y porque defendió su tesis en quechua, el antiguo runa simi de los incas.

Así, ante un tribunal compuesto por profesores de las universidades de Murcia, La Sorbona y Loyola Andalucía, Carmen Escalante pronunció su discurso en quechua mientras proyectaba la traducción española del texto. Su gesto tuvo un enorme valor simbólico por tres razones: primero, porque le dio visibilidad a un idioma que todavía hablan en los Andes 10 millones de personas; segundo, porque en su propia alma mater no habría podido defender su tesis en la lengua de los incas y —tercero— porque hablar en quechua en la vieja metrópoli era una suerte de justicia poética para sus antepasados.

Hablar en quechua en la vieja metrópoli era una suerte de justicia poética para sus antepasados.

En 1550 Francisca Pizarro Yupanqui —nieta del inca Huayna Cápac e hija natural del conquistador Francisco Pizarro— fue enviada a Trujillo de Extremadura y obligada a contraer matrimonio con un tío carnal. En la fachada del palacio de la Conquista todavía permanece una escultura de doña Francisca, quien acabó convertida en personaje de Tirso de Molina. Por otro lado, en 1603 Ana María de Loyola Coya —nieta del inca Sairy Túpac e hija del gobernador Martín García de Loyola— fue enviada a Valladolid e instada a casarse con Juan Enríquez de Borja, con quien fundó el marquesado de Oropesa. Los hijos del matrimonio emparentaron así con los fundadores de los jesuitas y los incas del Cusco. Ambas mujeres fueron desterradas para que su descendencia nunca llegara a ser agente de conflicto, pero también se fueron de los Andes hablando quechua, un idioma que desapareció con ellas y que otra mujer inca no volvió a usar en España hasta la defensa de la tesis doctoral de Carmen Escalante.

Según el catedrático Juan Marchena —director de tesis de la antropóloga cuzqueña—, la defensa de Rugido alzado en armas no sólo ha supuesto la primera sustentación doctoral en quechua de Europa, sino el comienzo de una serie de defensas que van a permitir que doctorandos americanos puedan sustentar sus doctorados en sus respectivas lenguas aborígenes. Juan Marchena se muestra exultante, pues para septiembre está prevista la defensa de una tesis en aimara.

Mientras tanto, Carmen Escalante ha regresado a sus investigaciones cotidianas en Cusco, donde ha reeditado la Autobiografía de Gregorio Condori Mamani (Ceques. Cusco, 2014), un clásico quechua escrito al alimón con su marido, Ricardo Valderrama, antropólogo eminente, profesor de la San Antonio Abad del Cusco y él mismo descendiente del inca Túpac Yupanqui. Los incas ya no combaten, pero se doctoran, enseñan en la universidad y defienden el quechua.

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