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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

La mejor arquitectura es una ventana

Los anhelos y los miedos de los arquitectos al afrontar un proyecto explicados en una serie de libros

Anatxu Zabalbeascoa
Casa experimental de Alvar Aalto en la isla de Muuratsalo.
Casa experimental de Alvar Aalto en la isla de Muuratsalo.

Alejandro de la Sota recomendaba hacer arquitectura para saber qué es. Y Juhani Pallasmaa sostiene que la mejor arquitectura es una ventana abierta que permite ver otros mundos que van mostrando, gradualmente, universos completos. El arquitecto finlandés que, en contra del criterio que ha imperado en las últimas décadas, defiende una arquitectura en la que el tacto tenga más importancia que la vista, considera que todos los trabajos creativos son esencialmente colaboraciones. Y que no hay labor artística con significado o valor al margen de los que recibe de su contexto. Por eso afirma que “la mejor arquitectura se encuentra siempre en un estado de confesión existencial y no tanto de solución”.

El arte reconcilia los opuestos. No obliga a elegir, demuestra que incluso en lo diverso, hay una parte que coincide. “El arte es la única vía para la armonía y la reconciliación”, escribió Alvar Aalto.

Daniel Gimeno y Miguel Guitart iniciaron las recopilaciones Práctica Arquitectónica para llegar “al lugar íntimo donde se idean las obras”. En ese lugar privado, Juhani Pallasmaa denuncia, en el tercer volumen de la serie, la completa instrumentalización de la arquitectura y también su total estetización. La primera hace referencia al negocio y servicio profesional tecno-estético, según él en clara expansión. La segunda, reduce la arquitectura a una mera seducción retiniana, aunque la arquitectura no sea, primordialmente, un arte visual. Por eso él habla del arte de la construcción como de una mediación cultural que ayuda a entender el mundo tanto como a nosotros mismos. No está perfilando un retrato, que también, está describiendo una ambición que antes era más habitual: el papel mediador de la arquitectura frente a su asunción como un producto final.

El arte reconcilia los opuestos. No obliga a elegir, demuestra que incluso en lo diverso, hay una parte que coincide

¿Es hoy más difícil relacionarse con un lugar y con el tiempo? ¿Están ambos, tiempo y lugar en continua redefinición? Corría 1934 cuando el filósofo del pragmatismo John Dewey (1859-1952) señaló, durante una serie de conferencias en Harvard, que “el arte siempre es un producto de la experiencia de la interacción de los seres humanos con su entorno”. Por eso consideraba que las obras de arquitectura, además de influir el futuro, recogían y transmitían el pasado.

La historia, sin embargo, deja claro que la mejor arquitectura ha sido construida casi siempre al margen de su ideología. O de cualquier ideología absolutista. Son legión los monarcas totalitarios o los papas que hicieron que los arquitectos trabajaran para ellos legando sin embargo, obras conmovedoras. ¿Es eso hoy, en la era de la información, posible? ¿Podemos juzgar la arquitectura al margen de todo su contexto –no sólo el contexto físico de la ubicación-? Las dudas, al responder esta pregunta definen lo que hoy se construye. En el tercer tomo de Práctica Arquitectónica, Toni Gironés habla de los sedimentos de la memoria individual como fuente de inspiración. También de geografías humanas. Rubén Alcolea y Jorge Tárrago distinguen entre pensamiento creativo con “sensibilidad ante los problemas” y científico citando al psicólogo Joy Paul Guilford. Recuerdan además la reflexión de Cedric Price sobre la arquitectura que permitía “pensar lo impensable”, justo lo que Fernanda Canales pone en boca de Le Corbusier “aquello que puede enseñase no merece la pena ser aprendido”.

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