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Muerte en el lavadero

La policía científica 
registra el Porsche Cayenne de María 
del Carmen Martínez, de 72 años, junto al que fue asesinada el 9 de diciembre de 2016 
en Alicante.
La policía científica registra el Porsche Cayenne de María del Carmen Martínez, de 72 años, junto al que fue asesinada el 9 de diciembre de 2016 en Alicante.Manuel Lorenzo (EFE)

PENSEMOS EN UNA FAMILIA adinerada. Un matrimonio ya mayor y sus cuatro hijos: un varón, el primogénito, y tres mujeres. El padre, a partir de una pequeña empresa propiedad de su suegro, ha construido un grupo financiero que abarca compañías de plásticos, concesionarios de coches, inmobiliarias y manufacturas de productos químicos, como resinas. Además, ha presidido la caja de ahorros de la región y ha ejercido el mecenazgo deportivo de regatas y otros deportes de papel cuché y canapé. En suma: es alguien conocido —toda su familia lo es— en la sociedad provinciana a la que pertenece. Un prototipo, sólidamente conservador, de los que gustan tradicionalmente a la Iglesia española, afecto —él y su progenie— a mantener su intimidad bien a resguardo. Tan católicos como para vivir, pegados los unos a los otros, en una finca, La Torre, donde todos poseen casa.

Imaginemos ahora dos sucesos luctuosos. El primero: la muerte por enfermedad del padre, dejando un testamento equitativamente justo donde se acuerda hasta de su cuñada y que, aun así, no logra evitar que, al poco de abrirse, la familia se divida en dos bandos: el de la madre viuda y su primogénito, ella en posesión de la acción de oro que la faculta para cambiar la estructura empresarial, y el de las tres hermanas y sus maridos, progresivamente perjudicados en lo simbólico, pero también en lo económico, por decisiones en las cuales ya no participan: la eliminación del consejo de administración que aglutinaba a los distintos herederos, el nombramiento del primogénito como administrador único y la supresión del reparto de dividendos. El segundo suceso luctuoso, imprevisto o no según se mire: el asesinato de la madre, de 72 años, en el lavadero del concesionario regentado por uno de sus yernos, la tarde en que acudió a recoger su coche tras haberlo dejado allí para una revisión.

Poco después del asesinato de María del Carmen Martínez, uno de sus nietos escribió en Instagram: “Jaque mate”.

Sería fácil concluir, por lo que llevo escrito, que nos movemos en el terreno de la ficción, y más concretamente el de la ficción televisiva; pareciera que he descrito el argumento de una telenovela o de un Falcon Crest patrio. Y no: el asesinato tuvo lugar alrededor de las siete de la tarde del viernes 9 de diciembre de 2016 en el concesionario de coches Novocar, sito en la Carretera de Ocaña, de Alicante, y la víctima fue María del Carmen Martínez, viuda de Vicente Sala Belló, el presidente de la Caja de Ahorros del Mediterráneo entre 1998 y 2009, condecorado con la medalla de oro y brillantes de la Cámara de Comercio de Alicante y uno de los empresarios más destacados de la Comunidad Valenciana en el tiempo de las sonrisas, antes de que la diversión cesara de improviso por la crisis y la corrupción rampante. María del Carmen Martínez apareció, junto a su coche —un Porsche Cayenne—, tendida en el suelo del lavadero, uno de los pocos rincones del concesionario desprovisto de cámaras de seguridad. Probablemente el asesino la sorprendió cuando acababa de meterse en su vehículo, pues la puerta estaba abierta y su bolso quedó sobre el asiento del copiloto. Recibió dos disparos a bocajarro en la mejilla izquierda, uno con orificio de entrada y salida y el otro solo de entrada. Se encontraron los casquillos, pero no el arma. Los casquillos revelarían que las balas habían sido manipuladas para poder dispararse por una pistola de mayor calibre.

Animada por testimonios cercanos, la policía contempló inicialmente la hipótesis de que se tratara de un asesinato por encargo, una intimidación o una venganza a causa de los lucrativos negocios de los Sala Martínez en Latinoamérica, aunque enseguida abandonó esa vía de investigación y se centró en la familia. Las crudas desavenencias en su seno eran ya evidentes, pero fue el propio Miguel Ángel López, de 49 años, el yerno de María del Carmen Martínez en cuyo concesionario se produjo el asesinato, quien propició que se fijaran principalmente en él. Acostumbrado como sus parientes políticos a mantener en secreto el cisma, cometió la torpeza de negarlo en su primer interrogatorio. Tal vez el patinazo no tuviera importancia, bien pudo ser un reflejo automático. La policía se la dio porque disponía de razones añadidas para interesarse por él.

El empresario y expresidente de la CAM Vicente Sala junto a su esposa, María del Carmen Martínez.

Una, que se recalca en su informe al juez, los mensajes que los dos hijos varones de Miguel Ángel colgaron en Instagram poco después del asesinato de su abuela: “Jaque mate”, el mayor, y “Maldita zorra, eres más falsa que tus putos bolsos”, el pequeño. Pensamientos impropios, en principio, de los hijos de alguien con el necesario autocontrol y que revelarían el asfixiante rencor dominante en ese sector de la familia.

Otra razón, los testimonios que otorgan a Miguel Ángel López un papel destacado en el emponzoñamiento de las relaciones familiares. Se le conocen puñetazos en la mesa, admonitorias exclamaciones en contra de su suegra y su cuñado Vicente Sala Martínez, así como malas caras y desplantes en las escasas ocasiones en que coincidió con ellos tras el desencadenamiento del conflicto hereditario.

Y finalmente, lo que se averiguó a través de los trabajadores del concesionario. Al parecer, en contra de sus costumbres, el viernes del asesinato Miguel Ángel López permaneció en el negocio desde la apertura hasta casi el cierre. En esas horas, además, sucedieron cosas extrañas que despertaron la atención de la policía. Para empezar, la víctima tuvo que ir a recoger su coche al lavadero, un lugar inusual, ya que los vehículos se entregan a los clientes en el aparcamiento y allí lo había dejado el empleado que lo revisó. Se sospecha que después lo trasladó Miguel Ángel López, porque antes había enviado al encargado a hacer un recado. También despierta la suspicacia policial, dadas sus malas relaciones, que recibiera a su suegra a las puertas del local tras haberla citado a través de su secretaria a esa hora tardía, así como que él mismo le entregara las llaves del coche y la acompañara al menos un trecho del camino hasta el lavadero. Dice la policía que, cuando volvía, se tropezó con un empleado que venía en dirección contraria, lo cogió del hombro y le hizo dar la vuelta con una excusa.

La policía enseguida centró sus sospechas en la familia de la víctima por las desavenencias en la gestión de sus empresas.

Con esos indicios y con otros que se conocerían más tarde, como el hecho —constatado por las escuchas policiales— de que apenas hablase con su mujer por teléfono desde el asesinato, nueve días después la policía realizó una reconstrucción del crimen en la que ya se señalaba como sospechoso a Miguel Ángel López. Sabían que mantuvo el móvil apagado mientras este se producía y que tenía licencia de armas. El informe incluido en el sumario indica que estaba en el concesionario en esos momentos y que después se marchó a la finca La Torre, aparcó ante su chalé y se dirigió para encontrarse con su mujer al de una de sus cuñadas, distante unos metros, donde permaneció hasta que, tras conectar el teléfono, un empleado le avisó del suceso; luego salió y, antes de coger de nuevo el coche para regresar a Novocar, pasó por el garaje de su casa, momento —señala la policía— que pudo utilizar para lavarse, ya que imaginaba que se le practicaría el test de la pólvora. Consigna el informe que solo él y dos personas sabían que María del Carmen iría a recoger el coche cuando lo hizo, resalta que en su condición de gerente conocía el lugar y dónde estaban las cámaras de seguridad, apunta a un móvil instrumental en el contexto del litigio familiar y lo acusa de haber preparado el crimen. Se basa para ello en el testimonio de empleados que dicen haberlo visto maniobrar con un coche en la zona del lavadero cuatro días antes del viernes fatídico, y en que también en esa ocasión se había deshecho del encargado.

En total, la policía recoge 23 indicios; en cambio, no aporta ninguna prueba concluyente de culpabilidad. Dio negativo en el test de la pólvora que se le practicó la noche del asesinato y posteriormente se confirmó que el ADN masculino encontrado en las manos de María del Carmen Martínez no era suyo. En cuanto a sus herramientas particulares, que fueron analizadas, no ha podido demostrarse que se utilizaran en la manipulación de la munición.

Miguel Ángel López, yerno de María del Carmen Martínez e imputado por su asesinato.

Miguel Ángel López es el sospechoso perfecto, esta es hasta la fecha, que se sepa, su mayor desgracia. Son tantos los indicios que se acumulan en su contra que todo su pasado se ha sometido a escrutinio público con objeto de trazar el perverso retrato de su presunta culpabilidad. En no pocas informaciones ha sido tratado como un arribista al que su suegra habría arrebatado la parte del pastel a la cual creyó tener derecho tras casarse con una rica heredera; se ha descalificado la gestión que hizo de los negocios familiares antes de su arrinconamiento en Novocar, comparándola con los éxitos de su cuñado y antagonista en Samar, la empresa del grupo dedicada a los plásticos; y se le ha achacado haberse adjudicado, en venganza, retribuciones excesivas para perjudicar a la empresa. El largo tiempo transcurrido entre el asesinato, el 9 de diciembre de 2016, y su detención, el 8 de febrero de 2017, ha favorecido las filtraciones sobre la investigación policial y contaminado el relato fijado, cuando lo cierto es que muchos argumentos del informe policial son cuestionables. Por ejemplo, se establece en él que fue Miguel Ángel López quien colocó el coche en el lavadero, pero, como quedó demostrado por el entonces abogado de la defensa, José Antonio García Sánchez, en la comparecencia judicial del jefe de la investigación el 14 de marzo de 2017, no hay ninguna evidencia de que así fuera. Nadie lo vio hacerlo, y él lo niega.

En esa misma comparecencia, García Sánchez logró poner en duda el móvil, que el inspector jefe había atribuido a la voluntad de revertir la desventaja de su mujer y sus cuñadas en el contencioso familiar, al dejar constancia de que se había construido a partir del testimonio de personas cercanas a Vicente Sala hijo, el primogénito, personado como acusación particular en la causa desde el 20 de diciembre de 2016 (sus hermanas lo harían, para pedir la libertad del sospechoso, el 9 de enero siguiente). Otro punto controvertido es qué hizo Miguel Ángel entre su marcha de Novocar tras el asesinato y su regreso una vez que fue avisado. Aunque él no lo mencionó en los interrogatorios, la policía tiene probado que pasó por el garaje de su casa tres minutos, y apunta que fue entonces cuando pudo deshacerse del arma y lavarse. En cambio, la defensa lo desmonta como indicio, pues considera que antes de llegar allí habría tenido acceso a otros lavabos. Lo mismo respecto a la presunción de que su condición de tirador olímpico federado lo capacitaba para manipular armas: al contrario de lo presumido por la policía, la defensa evidencia que la modalidad de tiro que practica no lo permite.

Hay personajes no secundarios, como Vicente Sala hijo, acerca de los que no se ha indagado o al menos no ha trascendido que se haya hecho.

¿Mató Miguel Ángel López a su suegra, María del Carmen Martínez, o alguien le está haciendo cargar con la culpa? Si lo hizo, ¿lo hizo solo? ¿Fue utilizado o también él dio por descontada su futura condición de sospechoso? Quien ideó el crimen, ¿previó cómo se desarrollaría la instrucción? Que el bolso de la víctima apareciera intacto, ¿es prueba suficiente para descartar el intento de robo? Los puntos oscuros del relato policial, el exceso de supuestos meramente conjeturales, permiten hacernos estas preguntas y más: ¿por qué se ha puesto el foco en Miguel Ángel López desde el principio? Hay personajes no secundarios, como Vicente Sala hijo, acerca de los que no se ha indagado o al menos no ha trascendido que se haya hecho; etapas del recorrido de Miguel Ángel la tarde de autos sobre las que debiera saberse más. ¿Qué sucedió en casa de su cuñada? ¿Cómo es posible que se marchara de allí, según dice, sin comunicar a los allí reunidos el asesinato del que acababa de enterarse? Hay indicios asimismo que no casan bien entre sí. Si Miguel Ángel López era tan venal como para perder los nervios con su suegra, o como sugieren los desafortunados mensajes de sus hijos en Instagram, ¿cómo se entiende que parte de los indicios aportados por la policía le atribuyan una premeditación difícilmente conciliable con las tempestuosidades y los arrebatos? A esa misma intemperancia de los hijos en Instagram se le podría dar la vuelta. ¿Se la habrían permitido si consideraran a su padre dispuesto a matar a su abuela? Ni siquiera la supuesta motivación de Miguel Ángel resulta totalmente convincente. ¿Actuó por resentimiento o para obtener un beneficio? Si fue lo segundo, no tuvo demasiado éxito: en su testamento, María del Carmen nombra a su primogénito heredero universal mientras que a sus hijas, incluida la mujer de Miguel Ángel López, las deja con la legítima estricta. Hay voces entre los amigos de la fallecida, como la del letrado Antonio Moreno Cánoves, que reclaman retomar la teoría de la intimidación o el ajuste de cuentas. ¿Y qué pasa con la fidelidad que hasta ahora le han demostrado las tres hermanas Sala? Matar es algo muy serio, tanto como para que resulte estadísticamente extraño que tres hermanas y sus familias lo consientan. Por lo pronto, 39 días después de dictar su prisión preventiva, el juez accedió por petición de la defensa a ponerlo en libertad bajo fianza de 150.000 euros. Si bien el recurso interpuesto por la fiscalía y la acusación particular de su cuñado se ha desestimado por encontrar la medida ajustada a derecho, no parece plausible que el juez la hubiera dictado de no albergar alguna duda sobre su culpabilidad.

En el momento de redactar esta crónica, la instrucción del caso está por concluir, a falta del análisis de los ordenadores de Miguel Ángel López y de una tarjeta telefónica de prepago que se le intervino.

Una de las hijas del matrimonio, María Antonia Sala.

Cuando concluya, al ser un procedimiento con jurado, la defensa dispondrá de cinco días para presentar sus alegaciones. En el horizonte ya se vislumbra cuál puede ser la estrategia de su nuevo abogado, Javier Sánchez Vera, del despacho madrileño Oliva y Ayala: incidir en la flaqueza de los indicios, objetar la parcialidad de algunas de las diligencias practicadas y desmontar el supuesto móvil económico aduciendo que, de haber un beneficiado por la muerte de María del Carmen Martínez, sería su primogénito, Vicente Sala Martínez. En ese sentido, Moreno Cánoves, que como decía es partidario de buscar al asesino fuera de la familia, afirmó en sede judicial el 3 de marzo de 2017 que, dos semanas antes de su muerte, María del Carmen habría intentado poner fin a la guerra familiar repartiendo entre sus hijos las atribuciones de la acción de oro y que fue su hijo quien se negó.

Por ahora, los cuatro hermanos Sala Martínez siguen viviendo en La Torre, igual que la hermana de María del Carmen, alineada con su sobrino. El recinto es amplio y no están hacinados, no conviven. Sin embargo, las dos facciones enfrentadas han tenido que volver a verse en la junta de accionistas de la sociedad que agrupa los diferentes negocios del grupo. Si no otra cosa, los 400 millones que factura siguen uniéndolos. En palabras del taxista que me lleva una tarde de finales de junio hasta el aparatoso pórtico de entrada a la finca, nada ata más que el dinero. Luego, como si se diera cuenta de la vulgaridad del comentario, añade algo con lo que no puedo sino mostrarme de acuerdo: ¿y si no es culpable? A estas alturas, quienes lo hayan hecho habrán tenido tiempo de ponerse a salvo o de borrar las pistas. En efecto, el peligro de una condena sin pruebas suficientes planea sobre el proceso y no sería de extrañar que el abogado defensor intente conjurarlo sugestionando al jurado con casos célebres de errores judiciales. Está por ver, ya que eso es en cierta forma lo que deberá dirimirse, si Miguel Ángel López pudo anticipar este escenario. Afirman quienes estaban allí que cuando lo detuvieron dijo a los policías que llevaba tiempo esperándolos.

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