Somos lo que tiramos
Los jóvenes menores de 35 años con estudios y renta alta son los que desperdician más alimentos
Hace un par de años, una mujer con 80 años guardaba una patata en su armario. No era un amuleto o hechizo mágico. No había nacido en África, ni en Asia, ni en América Latina. La patata estuvo en aquel cajón durante 60 años. El elemento ya no era un tubérculo protuberante, carnoso y comestible, era un feo pedrusco arrugado y petrificado. Un contenido caduco y revenido por el tiempo. La mujer oriunda de tierras riojanas, guardó la patata durante la postguerra española. El recuerdo de la hambruna quedó guardado en aquella patata.
Historias como estas no son ajenas hoy. Que no miremos, no quiere decir que el hambre no coexista debajo de una gran capa de publicidad. La abundancia y saturación de la producción masiva de alimentos no es para todas las personas. Solo para quienes pueden comprar. Y a veces, comprar esta por encima de nuestras posibilidades, igual que las hipotecas, los coches y las vacaciones en las Islas Fiyi. Cuanto más ganamos, más compramos y más desperdiciamos. Así lo confirman la mayoría de encuestas publicadas en el marco del Pacto de Milán. Una conclusión rápida se deriva de la fórmula:
+ Ingresos = + basura generada.
- Ingresos = + ecológicos y responsables seremos.
Comprar y consumir son dos cosas distintas. Tenemos hábitos torcidos por la publicidad, por eso hemos dejado de consumir lo que necesitamos para comprar compulsivamente lo que nos llama la atención, así lo necesitemos o no. ¿Qué solución se le podría dar a este gran problema? En primer lugar, moderarnos en la compra, comprar solo lo que vamos a utilizar es la solución idónea. Ponerlo en práctica de la noche a la mañana, puede no ser posible. Hay otras soluciones más rápidas y se basan en otro hábito responsable: compartir.
¿Aprovecha o desperdicia la sociedad madrileña? El pasado mes se presentaron los resultados de la encuesta sobre desperdicio alimentario en Madrid, publicada por la Universidad de Comillas y Prosalus. Según los datos, el 2,5% de las personas encuestadas se consideran "grandes desperdiciadoras", el 25% "desperdiciadoras", el 46% "concienciadas" y el 27% "aprovechadoras". El perfil de aquellas personas consideradas grandes desperdiciadoras son jóvenes menores de 35 años, con estudios superiores, renta alta o media-alta, principalmente hombres, no sensibilizados con el consumo responsable, pero, curiosamente sí sensibilizados con la sostenibilidad ambiental. Una información destacada del informe es que en los hogares madrileños "compartir o donar alimentos fuera del hogar no es práctica habitual".
Tenemos hábitos torcidos por la publicidad, por eso hemos dejado de consumir lo que necesitamos para comprar compulsivamente lo que nos llama la atención
Compartir alimentos es el principio por el que se creó Yonodesperdicio. Una iniciativa de Prosalus para reducir el desperdicio de alimentos, principalmente en los hogares. Una aplicación web y móvil comprometida con la reducción del desperdicio de alimentos.
Medidas para reducir tu desperdicio alimentario:
Cocina de aprovechamiento: RECETARIO
Crear listas de compra, revisando lo que tenemos.
Comprar lo que se va a usar.
Trucos para la conservación de alimentos.
Compartir alimentos a través de la app yonodesperdicio.
¿Qué hemos dejado de hacer para que la frase “somos lo que comemos” se convierta en somos lo que tiramos? No aprovechar los alimentos de forma integral y no recordar las patatas que guardamos en caso de hambruna. Si queremos reducir el desperdicio, podemos empezar por comprar solo lo que necesitamos. Y aplicar la sensatez en nuestros actos cotidianos: comprar lo que se va a usar.
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