El nuevo rey de Instagram es el helado (y no el que te imaginas)
Polos, cucuruchos y otras variantes insospechadas vuelven a petarlo muy fuerte. Desde los asturianos con sabor a fabada a los helados de cannabis que sirven en Barcelona.
En un capítulo de Los Simpson, Bart va a hacerse un tatuaje a un centro comercial y le advierten: "Date prisa antes de que este estudio de tatuajes se convierta en un Starbucks". Pues bueno, las heladerías son a 2017 lo que Starbucks era hace 15 años. En ciudades como Madrid o Barcelona abre una casi cada día. ¿La razón? El helado es una comida de dibujos animados, casi un emoji y esto, en la era de las Instagram Stories, vende mucho. Además, hay sitio para todos, desde la clásica tienda con nombre italiano (¿Gepetto?, ¿Alessandro?), a la ola ya en remisión de los yogures helados o las de decoración tropical, donde los helados parecen toda la gama de pantones hechos en crema. Y no, no cuentes en esta categoría a las tarrinas de helado industrial con toppingsde trozos de galleta. Son un gran NO.
No lo pidas de nata, pídelo de oricio
Erizo de mar, para los lectores no asturianos. En España abundan las heladerías que montan cucuruchos con sabores freaks. Algunos funcionan y otros no, pero hay para elegir: desde pepino hasta cannabis, provocando el facepalm de los maestros italianos.
Hace 30 años, el rarito de la pandilla era el que se pedía el helado de stracciatella en lugar del de chocolate o el de fresa. Ahora podría llevar su ansia de aventura mucho más allá. España se ha aficionado al helado raro y, como en todo, aquí hay pioneros. En Islandia, la heladería de Gijón, llevan desde los 90 haciendo versiones de fabada, sidra, queso cabrales, vieira o calamares en su tinta —charcoal ice cream, llegas tarde—. En las valencianas Heladerias Llinares ven la apuesta asturiana y la igualan con propuestas ibéricas de tortilla de patatas, de lentejas o de pimientos del piquillo.
¿Seguimos? Vamos a Belgious, en Barcelona, donde, en el verano de 2014, quisieron satisfacer los sueños húmedos de los fumetas con un helado de cannabis que eso sí, no coloca. Para tener a mano en esas noches veraniegas de munchies interminables. Para cuando leas esto, seguro que alguien nos ha sorprendido ya con otro sabor imposible.
¡Qué vuelva el flax!: El hermano pobre de los conos y los polos. Con envase profiláctico. Él puede protagonizar el próximo revival
Emprendedores varios, chavalucos y chavalucas a la búsqueda del próximo negocio que lo reviente, hoy os traigo una idea: una tienda de flaxes gourmet. Os hablo de esa golosina líquida que se chupa y que viene presentada en un envase alargado de plástico. De precio económico, él también se merece un regreso por todo lo alto. Desvalijad la casa de la abuela, pedid un crédito rápido o sobornad a un amigo con publicar ESAS fotos y montad una flaxería en un barrio moderno. A cinco euros el de hibiscus y bayas de Goji o el de kale con melón cantalupo. Contad billetes. Ah, me debéis una. De nada.
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