Un ‘techo’ opaco

El debate sobre el llamado techo de gasto fijado para los Presupuestos Generales del Estado de 2018 se ha orientado de nuevo por el lado equivocado. Si el Presupuesto ha de ser el instrumento más poderoso de la política económica, la limitación del gasto público no financiero debería ser la oportunidad para debatir los márgenes de acción para la política social y la acción correctora del Estado (infraestructuras, I+D, prioridades de la educación). El debate parlamentario tendría que ser el foro en el que el Gobierno explica sus decisiones, la oposición expone sus objeciones y se producen acuerdos para mejorar las propuestas del Gobierno.

Nada de esto sucedió ayer. La reunión parlamentaria se circunscribió al enésimo espectáculo de declaraciones enfáticas y reproches cruzados sobre la posición del contrincante. El Gobierno sigue sin explicar su repentina suavización del límite de déficit de las comunidades autónomas, ni por qué la limitación del 0,3% del PIB, imprescindible semanas atrás, se ha convertido hoy en el 0,4%. Tampoco hay explicación sobre las consecuencias de una rebaja fiscal, que en mayo era imposible en tanto no se cumpliera el objetivo de déficit, pero que hoy forma parte de un acuerdo con Ciudadanos. El PSOE no consigue dar argumentos racionales para justificar el no al techo de gasto, porque el procedimiento seguido para calcularlo y la ausencia de debate sobre el destino final del gasto obedecen a las mismas reglas del Presupuesto que contó con su beneplácito para el ejercicio de 2017.

El Gobierno sacó ayer adelante el primer paso para el Presupuesto de 2018; pero no hay razón para el optimismo. Consigue los votos que le faltan por acumulación de contrapartidas para quienes se suman a sus propuestas. Pero la razón de ser del Presupuesto de 2018 (cuáles son las prioridades del gasto y cuál será el margen de negociación con la oposición) sigue siendo un misterio a día de hoy.