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Columna
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Malgobierno y cultura

El patrimonialismo del PP ha llevado a nombramientos de leales protegidos desde arriba

Antonio Elorza
Reunión del Comité Ejecutivo del Partido Popular en su sede nacional de la calle Génova
Reunión del Comité Ejecutivo del Partido Popular en su sede nacional de la calle GénovaSanti Donaire (EFE)

En la exposición que Mapfre dedicó al arte italiano de los años 20, se infiltró el seguidismo al cineasta Sorrentino. Su título, El retorno de la belleza, ocultaba el propósito de amansar las aguas tras consolidarse el fascismo en el poder. Una vez en la sombra Mussolini, también quedó difuminada la figura de su mentora Margherita Sarfatti, artífice con el grupo Novecento de ese reajuste estético y autora de una biografía oficial del Duce. Poder y calidad literaria no encajaron, y el crítico Medardo Rosso se atrevió a decirle: “Margherita, ¿por qué no escribes guías de ferrocarriles?”.

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El episodio viene a recordar una situación comparable en nuestro mundo académico y cultural, agudizada en estos tiempos. Visto el panorama desde la universidad, dudosos métodos de selección y carencia dramática de recursos por la crisis han hecho posible que excelentes profesores e investigadores sigan anclados en posiciones precarias, sin perspectivas de promoción, mientras se ha colado en el vértice más de un merecedor de la ironía de Rosso. Y agravando el caso de la Sarfatti, la falta de calidad suele compensarse con un estilo cuartelero, menospreciando toda consideración intelectual.

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Curiosamente en el arsenal depurador de Podemos no figura la crítica de la universidad, especialmente de aquellas formas de asignación de recursos, no solamente ilegales, como pudo ser el encargo de una investigación en Boston para ser realizada en California, sino “alegales”. Las reglas se cumplían, pero cabía manipularlas mediante una información selectiva y el manejo desde arriba de los criterios para lograr la finalidad predeterminada. El centro académico se convierte en espacio para una manipulación permanente.

El patrimonialismo característico del PP ha llevado las malformaciones al extremo en el plano cultural. No sin antecedentes socialistas, se han sucedido nombramientos de leales, afines ideológicos (nacionalcatólicos) y protegidos desde arriba. Hubo beneficiarios del nepotismo que eligieron destino desde su ineptitud. Y empeñados ya en encontrarles algo rentable, fueron nombrados, para puestos de privilegio, políticos titulados en las antípodas de las tareas asignadas. Los nombramientos debieran ser publicados con el nombre del gancho que les elevó. Todo vale si es de casa. Resultado: incompetencia genera ineficacia. Dotes de mando, les sobran.

¿Y qué mejor patrón para este Narrenschiff, compartido hasta ayer por Exteriores, que un afable ministro de Educación y Cultura, quien, según recuerda Arcadi Espada, no supo responder a cómo se llamaba Don Quijote y celebró que por el centenario de su autor “en las escuelas se ha vuelto a hablar de Cervantes” (sic)? También prefirió la promoción del ajedrez palentino a atender como era debido la muerte de Goytisolo. Mientras, las salas de cine cierran una tras otra. La recomendación a la Sarfatti sigue vigente.

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