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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Justo antes de la civilización

Los nuevos hallazgos del templo de Göbekli Tepe, en el sur de Turquía, plantean enigmas irresistibles sobre los albores del neolítico

Javier Sampedro
Imagen de las monumentales construcciones megalíticas de Göbekli Tepe, en Turquía.
Imagen de las monumentales construcciones megalíticas de Göbekli Tepe, en Turquía.DAI

La curiosidad es el verdadero motor de la ciencia. Y lo que más la excita es un misterio, algo que no cuadra con lo que sabemos, o que no podemos explicar con el estado actual del conocimiento. De ahí que el yacimiento arqueológico de Göbekli Tepe, en el sur de Turquía, lleve décadas intrigando a los arqueólogos, y que lo siga haciendo hoy mismo. Lee en Materia el asombroso hallazgo de tres cráneos en ese templo antiquísimo, el más antiguo que se conoce, datado en 11.500 años atrás.

¿Qué hacían allí entonces aquellos cazadores-recolectores de Göbekli Tepe justo antes de la gran revolución de todos los tiempos?

Esa fecha es interesante en sí misma, porque precede por muy poco, o incluso solapa, con las primeras domesticaciones de plantas de cultivo y animales de granja, y por tanto con el origen del neolítico y de la civilización que conocemos. Los constructores de Göbekli Tepe, sin embargo, no eran agricultores neolíticos, sino cazadores-recolectores como todos los anteriores humanos modernos. ¿Qué hacían allí, no muy lejos de la Mesopotamia que vio nacer la agricultura en Oriente Próximo? ¿Para qué diseñaron y construyeron esa geometría insólita en su época? Misterio, el motor de la ciencia.

Los evolucionistas y los historiadores son adictos a las transiciones, esos cortos periodos en que las cosas cambian con relativa rapidez, respecto a las interminables eras anteriores y posteriores en que las cosas no cambian mucho, a decir verdad. Las transiciones se suelen llamar “revoluciones” en la historiografía, y “puntuaciones” en la biología evolutiva. Los eones de aburrimiento se llaman estabilidad y estasis en las mismas dos disciplinas. Pero, cuando un estudioso percibe esa pauta inesperada, con empujones súbitos y equilibrio duradero, es lógico que se pregunte por las razones del cambio, y se interese por saber qué ocurrió en las transiciones.

El origen del neolítico es una de las transiciones clásicas del género, y está justo a caballo entre la prehistoria y la historia, pues fue la invención de la agricultura lo que permitió a las poblaciones humanas crecer en demografía, asentarse en el espacio y formar las primeras sociedades con división del trabajo, estructuras administrativas, un funcionariado que probablemente inventó la escritura y, en fin, lo que entendemos ahora por civilización. Esta gran innovación no es exclusiva de Oriente Próximo, pues cosas similares ocurrieron en la Sudamérica y China neolíticas. Pero los orígenes de la agricultura, hace justo unos 12.000 años, están mejor documentados en el Creciente Fértil.

¿Qué hacían allí entonces aquellos cazadores-recolectores de Göbekli Tepe justo antes de la gran revolución de todos los tiempos? ¿Un templo? Quizá fuera algo más que eso, piensan los arqueólogos, algo como un centro de convenciones tardo-paleolítico. Su mundo estaba a punto de extinguirse, y lo hizo solo tres milenios después. Busca respuestas, y nuevas preguntas, en Materia.

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