_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Paranormal

En otras palabras, no hay sucesos extraordinarios, solo hay pasillos

Juan José Millás
Terminal T4 aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas
Terminal T4 aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas© GETTY IMAGES

Abstraído en mis fantasías criminales, me introduje en el pasillo mecánico que venía, en vez de en el que iba, y resultó que, sin que me diera cuenta, la cinta me robaba uno de cada dos pasos. Me hallaba en la T-4 del aeropuerto de Barajas, caminando a buen ritmo para rebajar el colesterol. Mi destino era la puerta K-90, una de las últimas de la terminal. Llevaba zapatos con cámara de aire y arrastraba una maleta con ruedas, muy ligera. El pasillo mecánico estaba vacío, por lo que no venían hacia mí individuos que me habrían alertado sobre la situación. En cambio, el de al lado —el que tenía que haber tomado yo— iba lleno. Con mi visión periférica distinguía bultos que me adelantaban vertiginosamente al sumarse la velocidad del pasillo a la de sus piernas.

Noté que algo extraño ocurría, pero no sabía qué. Recuerdo haber pensado en la Teoría de la Relatividad al preguntarme si mi percepción del tiempo sería distinta a la de los que me observaban. Y es que desde el otro pasillo los bultos volvían la cabeza para mirarme. Como soy paranoico, resolví que se trataba de un delirio de persecución y seguí quemando calorías. Como es lógico, a medida que progresaba, y debido a que la cinta móvil me llevaba la contraria, iba, por a poco, perdiendo energías y ralentizando mi paso. De súbito, para mi sorpresa, me hallé en el punto de partida.

Lo entendí como un aviso del destino y regresé a casa. Se ha suspendido el vuelo, le dije a mi mujer para no dar explicaciones. Más tarde, ya sobre mi mesa de trabajo, caí en la cuenta de lo que había ocurrido. Lo paranormal, pensé, sucede cuando te equivocas de pasillo. En otras palabras, no hay sucesos extraordinarios, solo hay pasillos. Ahora bien, no hay pasillo inocente.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_