Puerto Rico juguetea con la democracia
El 11 de junio, 2,2 millones de puertorriqueños fueron convocados a un plebiscito que, según el papel, debería definir su estatus: independencia, anexión a Estados Unidos o continuar como marioneta colonial de la metrópolis. Alternativas estampadas en unas papeletas que lo único que supondrán para la isla es un gasto de siete millones de dólares.
El gobernador arroja al Caribe una fortuna inexistente a la hora de financiar un sistema sanitario, una universidad pública bloqueada o un sector agrario en el que incluso la caña de azúcar ha sucumbido a la codicia del Tío Sam. Ni siquiera uno de cada cuatro electores acudió a las urnas, conscientes de la pantomima. El 23% que sí lo hizo votó masivamente para convertirse en el 51º Estado norteamericano. Manipulado por su tutor, que le ha prometido algo que su padre autoritario nunca concederá, porque explotar a la colonia es más provechoso que alimentar a un nuevo miembro.— Fernando Castiñeiras. Múnich (Alemania).
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