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Tribuna
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Qatar: ¿hostigamiento o preparativos de la primera guerra de Trump?

La ruptura de relaciones diplomáticas de cuatro países con el emirato encaja muy bien en el anunciado plan de “todos contra Irán”

Rafael Bustos
Cartel que anuncia las suspensiones de vuelos en el aeropuerto de Doha
Cartel que anuncia las suspensiones de vuelos en el aeropuerto de DohaASSOCIATED PRESS

Sorpresiva como puede parecer, la ruptura de relaciones diplomáticas de cuatro países con Qatar anunciada el día 5 de junio junto con otras medidas como el cierre de la frontera terrestre con Arabia Saudí y la suspensión de las comunicaciones aéreas encaja sin embargo muy bien en el anunciado plan de “todos contra Irán”. Este plan fue claramente perfilado en el discurso del presidente Donald Trump en la Cumbre EEUU-países árabes e islámicos del pasado 20-21 de mayo en Riad, así como en las reuniones que éste mantuvo con los jefes de estado de las 6 monarquías del Golfo pérsico. El baile de la danza del sable lo simboliza perfectamente, así como la no invitación a Irán.

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Es cierto que ha habido precedentes con el emirato “díscolo” como la retirada de embajador de Arabia Saudí (2002-2008) y de nuevo de Arabia Saudí y EAU (2014), pero el momento actual, la coordinación y la dureza no tienen parangón. El cierre de frontera incluye el paso de alimentos y la población ya está haciendo acopio de víveres. A diferencia de las crisis anteriores, ahora estamos inmersos en una auténtica guerra de precios de los hidrocarburos, varios de los principales exportadores mundiales están incursos en conflictos armados (Arabia Saudí en Yemen, Irak contra el DAESH) o bajo sanciones (Rusia y todavía Irán). Donald Trump está en el inicio de una presidencia polémica y sometido a gran presión. Europa está debilitada y se restañe de sus heridas a la vez que se distancia de EEUU, más próximo a Rusia. La situación es de gran incertidumbre y muchos halcones y sectores conservadores en EE UU, incluyendo los lobbies pro-israelíes, recuerdan que en 2003 hubieran preferido una guerra con Irán, en lugar de Irak.

A nadie se le escapa que el gobierno de EE UU, Israel y Arabia Saudí tienen los tres un gran interés en poder denunciar el acuerdo nuclear con Irán, que tanto esfuerzo costó y que Alemania, negociadora, España y en general Europa deberían defender. La lucha contra el terrorismo, real o ficticia, puede ser la justificación ideal para iniciar operaciones que buscan desestabilizar a la República Islámica, pero para eso primero es necesario capturar la pieza del tablero, Qatar. No sólo es una península que se adentra en el Golfo Pérsico, un trampolín hacia Irán, sino que en esas aguas se encuentra el super-yacimiento de gas natural de South Pars/North Dome, el más grande del mundo, dividido en una parte de soberanía iraní y otra qatarí, que alimentan dos proyectos rivales de gasoducto hacia el Mediterráneo.

EE UU, Israel y Arabia Saudí tienen gran interés en denunciar el acuerdo nuclear con Irán y que Europa deberían defender

Arabia Saudí, fuerte tras la visita de Trump, el respaldo a su intervención armada en Yemen y el aprovisionamiento en armas del contrato más caro de la historia ($110.000 millones), cree que puede presionar hasta el límite a todas las petro-monarquías, aunque en la práctica no se hayan alejado tanto del guión. Pero sobre todo, EEUU necesita librarse del jeque al-Thani y de su molesto ojo derecho (al-Yazira), antes de poner en marcha las operaciones secretas que planea desde el Centro Combinado de Operaciones Aéreas (11.000 efectivos) en al-Udeid, cerca de Doha.

La ruptura ocurre justo después de que seis soldados qataríes que participaban en la Coalición liderada por Arabia Saudí y defendían la frontera entre ese país y Yemen resultaran heridos el día 3, hipotéticamente (no se reconoce públicamente) por fuego amigo. Qatar ha sido expulsado de la coalición y acusado de apoyar el terrorismo, algo que no deja de chocar cuando las voces que critican a Arabia Saudí de predicar el extremismo son un clamor en Europa. Además, medios saudíes dan pábulo a ciertas declaraciones y supuestas comunicaciones de la Agencia Nacional de Noticias de Qatar, aireadas tras un hackeo, sufrido el mes de mayo pasado, en las que supuestamente el jeque al-Thani habría criticado a EEUU y sus planes para Oriente Medio.

La prueba de que esta vez la escalada va en serio son los preparativos que preceden a las retorsiones contra Qatar. El gobierno estadounidense ha situado a varios halcones en posiciones de mando al frente de la CIA, incluyendo al despiadado Príncipe Oscuro, Michael D’Andrea, como jefe de operaciones para Irán. A este personaje se le atribuyen la localización de Osama Ben Laden y la dirección de los ataques con drones contra miles de militantes islamistas. Su conocimiento del medio iraní -- le ha valido el apodo de Ayatolá Mike -- hace más que probable que ya tenga asignadas varias Operaciones Secretas de desestabilización en Irán, incluyendo la provincia de Sistán-Baluchistán y la provincia de Khuzestán o al-Ahwaz, en la que los árabes Ahwazi reclaman la autonomía o independencia de Irán y el control de los recursos petrolíferos más ricos del país.

Si Europa quiere desactivar la primera guerra de la era Trump, es hora de actuar y no verse arrastrada. Si, junto con Rusia y China, no logra pararla, sus consecuencias, en forma de futuras oleadas de refugiados y actos terroristas, volverán a sentirse en el viejo continente, obviamente el más perjudicado después del mundo árabe por todos los experimentos, golpes de mano e injerencias que una hegemonía estadounidense descontrolada genera en Oriente Medio.

Rafael Bustos es Profesor de Relaciones Internacionales en la UCM y Coordinador Científico de OPEMAM

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