Orgullo colombiano
Los colombianos quieren construir con tal ansia un nuevo relato que no importa la magnitud de la hipérbole que usen
La noche del domingo, el Real Madrid no ganó la Liga, la ganó James. A las tres de la tarde, hora colombiana, los que tenemos la aplicación de El Tiempo, el principal diario del país, recibimos esta alerta en el móvil: “¡Orgullo colombiano! James se consagra campeón con el Real Madrid”. Días antes, la sección de deportes de los informativos anunciaba que la Champions era colombiana. James Rodríguez y Juan Guillermo Cuadrado, jugadores del Madrid y la Juve, respectivamente, cambiaban la nacionalidad del torneo de fútbol.
Estadísticas deportivas a parte (no es este el espacio), los colombianos quieren construir con tal ansia un nuevo relato con el que sentirse orgullosos que no importa la magnitud de la hipérbole que se use para conseguirlo.
Los expertos en fútbol buscan a los herederos del Pibe Valderrama y René Higuita. “Antes nos conformábamos con ir a Europa, ahora quieren triunfar”, decía Faustino Asprilla, otro de los ídolos a sustituir. El resto de colombianos encuentra reconocimiento en los futbolistas, pero también en los ciclistas Nairo Quintana y Mariana Pajón, en la atleta Caterine Ibargüen, en el levantador de pesas Óscar Figueroa o en el gimnasta Jossimar Calvo.
El deporte es la mejor manera que tienen los colombianos para convencer al resto de que su historia no es narcotráfico ni guerra ni sangre. Con cada medalla, gol o pedalada escriben una línea más de un nuevo capítulo. Es como si quisieran decirle al mundo: “Dejen de ver Narcos en Netflix. Cambien de canal de una vez”.
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