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Permiso para que dispare al ladrón, pero solo de noche

La Cámara de Diputados italiana aprueba la ampliación de la ley sobre legítima defensa

Daniel Verdú
El primer ministro italiano, Paolo Gentiloni con Doris Leuthard, presidenta de Suiza.
El primer ministro italiano, Paolo Gentiloni con Doris Leuthard, presidenta de Suiza. TIZIANA FABI (AFP)

La madrugada del viernes, varios maniquíes con la camiseta de jugadores de la Roma (De Rossi, Salah y Nainggolan) aparecieron colgados del cuello desde un puente cercano al Coliseo. En una pancarta gigante, que nadie acierta a entender cómo pasó inadvertida y que contribuye admirablemente a la degradación que vive la ciudad, se podía leer: “Un consejo, sin ofensas. Dormid con la luz encendida”.

La macabra amenaza, firmada por los ultras de la Lazio, contenía también un irónico subtexto sobre la ley que tramita el Parlamento (falta la aprobación del Senado) sobre la legítima defensa. La gran novedad es que, si es de noche, la nueva norma amparará al amenazado que dispare su arma de fuego (hay 1.265.484 licencias concedidas, la mayoría de caza).

La construcción legal es ridícula, según todos los juristas, y por una vez ha cargado de razón a la xenófoba Liga Norte, que defiende que la legítima defensa lo es las 24 horas del día. “Los ladrones no trabajan solo de noche”, lanza Matteo Salvini enfundado ya en la camiseta de turno y de visita a una fábrica de armas.

Pero para la izquierda, especialmente las voces del PD habitualmente disonantes, la medida es un nuevo arrebato populista con el respaldo de Mateo Renzi para ir “disparado” hacia las elecciones, como bromeaba la viñeta de Gianneli en la portada del Corriere della Sera. El propio ex primer ministro, ante el alud de críticas que recibió, la calificó como “pastiche” y pidió que se mejore.

En el relajamiento de la ley para ampliar los supuestos en que uno puede pegarle un tiro a otra persona en Italia (el país de la UE donde más muertos hay por habitante por arma de fuego), sin embargo, subyace el sensacionalismo político. Una nueva conquista del populismo, que ha convertido el tema de la seguridad —torticeramente relacionado con el aumento de los flujos migratorios— en un imán de votantes cabreados. Pero la realidad, pese a todo, es que los asaltos a domicilios han disminuido un 16% en los dos últimos años.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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