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Columna
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A punto de estrellarse

El secesionismo debería ir pensando en una solución para aminorar los daños

Francesc de Carreras
Neus Munté, consejera de la Presidencia, y Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat de Cataluña.
Neus Munté, consejera de la Presidencia, y Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat de Cataluña.QUIQUE GARCÍA (EFE)

El llamado “proceso” independentista catalán sigue cobrándose nuevas víctimas. La fragmentación y los enfrentamientos, públicos o solapados, entre formaciones políticas independentistas están a la orden del día.

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Primero fue la separación entre Convergència y Unió (que a su vez se escindió en dos); después la forzada coalición electoral Junts pel Sí, formada básicamente por Convergència, Esquerra Republicana y los escindidos de Unió; hace poco, la reconversión del partido fundado por Jordi Pujol en uno “nuevo”, denominado Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCAT), al que no se ha afiliado el fundador; en las últimas semanas, los constantes recelos entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, más la cruz que para ambos supone depender parlamentariamente de la CUP, que les pone de los nervios.

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Últimamente, rizando el rizo, dentro del mismo PDeCAT hay tensiones debido a la firmeza con la que Puigdemont defiende el referéndum “sí o sí”, es decir, legal o ilegal, y la tibieza y las dudas que esta fórmula suscita en los nuevos y bisoños dirigentes del “nuevo” partido, Marta Pascal y David Bonvehí, que representan a muchos más exconvergentes que hoy no dan todavía la cara. Entre medio, enmarañándolo todo, el despechado Artur Mas, un auténtico jarrón chino que nadie sabe dónde colocar.

En definitiva, la impotencia y el pesimismo cunden en las filas independentistas: sólo el 5% de los consultados por la empresa que elabora los sondeos para La Vanguardia cree que esta independencia puede ser a corto plazo, aunque el 41,9% declara que votaría afirmativamente y algo menos, el 39,7%, que otorgaría su voto en contra de la independencia. O los sondeos no están bien hechos, o el encuestado engaña a quien le pregunta o las contradicciones y confusiones forman hoy parte de la mentalidad de los catalanes, cosa que sería natural.

En todo caso, ya parece del todo obvio que Artur Mas y los suyos se tiraron en el año 2012 a una piscina sin agua y, cuando lo pudieron remediar, dado que los resultados no les fueron favorables, en las llamadas elecciones “plebiscitarias” de septiembre de 2015 (en realidad, unas elecciones autonómicas), negaron sus resultados, se aliaron con la CUP e, irresponsablemente, se declararon vencedores. Ahora andan por ahí desanimados, lamentando en voz baja las equivocaciones del pasado e intentando salvar el pellejo como se pueda.

Los errores se pagan, se puede mentir de vez en cuando pero no siempre. La partida tiene un límite temporal, a más tardar se acabará en septiembre. No hay choque de trenes sino un convoy, el independentismo, que va a la deriva y está a punto de estrellarse. La solución se podrá vislumbrar cuando este hecho acaezca. Ahora sólo cabe ir pensando en esa solución para, en lo posible, aminorar los daños causados.

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