Demasiada euforia en el IRPF

Casi 20 millones de contribuyentes están llamados a declarar por el impuesto sobre la renta (IRPF) del ejercicio de 2016 en una campaña que comenzó ayer y se cerrará el 30 de junio próximo. La campaña de este año se produce en un momento singular, con un Presupuesto para 2017 por aprobar todavía y que apenas tendrá vigencia (si no es prorrogado después) durante seis meses; y, lo que es más importante, en una atmósfera política de euforia por el crecimiento previsto de los ingresos fiscales del Estado después de años de crisis y vacas flacas tributarias. Está previsto que la recaudación por IRPF aumente el 7,3%. De los 19,75 millones de contribuyentes llamados a declarar, a 14,7 millones la declaración les saldrá a devolver.

Las cuentas definitivas dirán si el optimismo de Hacienda y la Agencia Tributaria en lo que se refiere al IRPF está justificado; los precedentes indican que las previsiones suelen estar sobreestimadas. Lo que sí parece evidente es que los esfuerzos por reducir el fraude fiscal en 2016, un año de incertidumbre política, han sido mínimos. Y que la celebrada mejora del empleo en 2016, una de las piezas de convicción que utiliza el Gobierno para defender su gestión, no se traslada con demasiada pujanza al número de declarantes. Apenas ha aumentado en 200.000 en el plazo de un año. La razón es sencilla: la excesiva rotación de los contratos y las magras retribuciones impiden una aportación reseñable al IRPF.

De esta campaña se recordará probablemente la desaparición del famoso programa PADRE, con el que los españoles se bautizaron en la declaración por Internet, y su sustitución por el sistema Renta Web, que no necesita descargarse y permite modificaciones directas en la declaración. Aunque el procedimiento no toca el contenido de la renta, siempre es de agradecer que un proceso de pago resulte lo más sencillo posible.