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Arte y moda, cruce de caminos

Rocío de la Serna y las hermanas Blanca, Cristina y Beatriz Fernández indagan en la creación nacional y extranjera con una perspectiva fresca.
Silvia Hernando

ENTRE SUS previsiones para este 2017, el Museo Thyssen de Madrid inaugurará en julio una monográfica sobre la artista de vanguardia Sonia Delaunay-Terk titulada Arte, diseño y moda. Junto a sus pinturas o diseños de escenografía se mostrarán algunas de las coloridas y futuristas prendas que creó a lo largo de su vida, especialmente las concebidas en el periodo que pasó en la capital española, donde en 1918 abrió la boutique Casa Sonia. El caso de la francesa de origen ucranio perfila uno de los ejemplos paradigmáticos de la simbiosis entre arte y moda, dos ámbitos de la cultura cuya relación, a veces incierta, ha ido estrechándose con el paso del tiempo. “En este siglo XXI asistimos a la confirmación de la mistura entre disciplinas”, señala Tania Pardo, responsable del departamento de exposiciones de La Casa Encendida, a quien la artista Yolanda Domínguez reafirma en sus palabras: “Es el símbolo de nuestra época”.

“Toda creación que posea calidad intelectual, que transgreda… tiene su lugar en el mundo del arte contemporáneo”.

Ese intercambio de técnicas formales y aspiraciones estéticas que Delaunay llevó a cabo consigo misma también se ha dado a lo largo de la historia entre varios creadores, bien a modo de colaboración directa o como homenaje. De los años treinta queda el inolvidable tándem de Salvador Dalí y Elsa Schiaparelli; de los sesenta, aquel icónico vestido Mondrian que Yves Saint Laurent cosió basándose en las líneas y colores del místico holandés, y, ya entrados los dos mil, aún pervive el recuerdo de la rompedora muestra que Soledad Lorenzo dedicó a David Delfín (quien años después montaría un desfile en el ­Guggenheim de Bilbao). Siguiendo la flecha del tiempo, los ejemplos se multiplican: solo hace falta fijarse en la larga y fructífera vinculación que el inventor del estilo superflat, Takashi Murakami, mantuvo hasta hace un par de años con Louis Vuitton, en la colección con la que John Galliano revisó la obra de Gustav Klimt para Dior o en los manolos inspirados en la obra surrealista de René Magritte. “El arte tiene mucho que ver con la moda y viceversa. Pero además la moda es parte del arte en un sentido más amplio, junto a la literatura, la música…”, agrega Pardo. Ahí están para demostrarlo las colaboraciones del bailarín Merce Cunningham con diseñadores como Rei Kawakubo (en 1997) o la del cineasta Darren Aronofsky con el dúo californiano Rodarte (en 2010, para el vestuario de la película Cisne negro). Eso sin mencionar las cada vez más habituales asociaciones de estrellas del pop con marcas deportivas (Rihanna fue nombrada en 2014 directora creativa de Puma; Pharrell Williams y Kanye West diseñan para Adidas junto a Raf Simons y Alexander Wang…). O la irrupción –“si es que algún día estuvieron fuera”, matiza Pardo– de los diseñadores de moda en los museos.

SUSY GÓMEZ. Un valor siempre al alza Los trabajos de Gómez (Pollensa, 1964) abundan en cuestiones de la contemporaneidad a través de objetos cotidianos –como la ropa– y de la naturaleza. La creadora viste sus propias prendas.pulsa en la fotoSUSY GÓMEZ. Un valor siempre al alza Los trabajos de Gómez (Pollensa, 1964) abundan en cuestiones de la contemporaneidad a través de objetos cotidianos –como la ropa– y de la naturaleza. La creadora viste sus propias prendas.

Reunidas en la Casa do Brasil, un colegio mayor de los años sesenta cuya limpieza de líneas y elegancia formal transporta a la Brasilia de Niemeyer, varias profesionales del arte en sus diferentes vertientes se reúnen para debatir sobre las incursiones de los pobladores de su territorio en la moda. También de todo lo contrario. Se trata de Belén Valbuena, codirectora de MaisterraValbuena; las cuatro directoras de Twin Gallery –las hermanas Beatriz, Blanca y Cristina Fernández, y Rocío de la Serna–; la comisaria Tania Pardo, y las artistas Susy Gómez, Alicia Framis, Sabine Finkenauer y Yolanda Domínguez. A modo de experiencia inmersiva, posan también con estilismos, haciendo aún más cierta la afirmación de que han caído las barreras y nos encontramos ante el final de las disciplinas artísticas como compartimentos estancos. “Es algo que se ha notado mucho en los concursos”, ilustra Pardo. “Antes se convocaban certámenes de pintura, escultura, videoarte…, y ahora eso ya no existe. De hecho, suena antiguo categorizar así, aunque es cierto que eso ha hecho que convertirse en un sismógrafo del presente sea un auténtico reto”.

Como suele ocurrir en estas sesiones fotográficas, los tiempos se alargan. Entre el paso por maquillaje y peluquería, la selección de la ropa y el posado, las protagonistas aprovechan para debatir opiniones. Algunas ya se conocían, incluso del colegio (como las hermanas Fernández y Domínguez). Otras se ven por primera vez e intercambian teléfonos. Admiten que su punto de vista procede de su percepción como expertas en arte, y que se posa sobre un tema que a muchas les pilla más o menos de refilón. “Pero toda la creación que posea calidad intelectual, que diga algo, que transgreda…, tiene su lugar en el mundo del arte contemporáneo, y en ese sentido la moda tiene cabida en el arte”, subrayan las directoras de Twin Gallery. Sus propias elecciones a la hora de elegir el vestuario para la foto hablan, y alto, de sus opiniones: Susy Gómez, que trabaja en torno a la idea del cuerpo femenino, se decanta por quedarse con lo que trae puesto. Yolanda Domínguez, que ha abordado la moda a través de incisivas performances y acciones que disputan las preconcepciones sobre el género y el consumo, pide no llevar fast fashion. Ambas, como Alicia Framis, que responde al teléfono desde Ámsterdam, coinciden en haber integrado la moda en su imaginario.

La galerista Belén Valbuena.

Con su serie de 2002 Anti_Dog, Framis –que a través de la arquitectura, el diseño, la performance y la moda se aproxima a los dilemas de la sociedad contemporánea– dio un paso más allá para introducirse en el ámbito del activismo. Sus trajes antibala, antimordida e ignífugos fueron concebidos como instrumento para proteger a las mujeres y denunciar la violencia sexista. Ese acto, el de vestir a la sociedad, permitió a la artista “desnudarla”. Ponerla en cuestión. Un destino que también persigue Yolanda Domínguez, cuyas obras plantean una mordaz crítica a la representación de la mujer en los medios, así como el papel estereotipador de la publicidad. “La moda no se reduce solo a los diseños, sino que es importante tener en cuenta las condiciones en las que se fabrica”, señala la madrileña, que en enero recibió –sin ser modista– el premio al diseño del año del Museo del Diseño de Londres por su trabajo Niños vs moda, un vídeo en el que grabó las reacciones de varios críos ante anuncios de marcas de alta costura. En el caso de Susy Gómez, que en paralelo a la carrera de Bellas Artes cursó estudios de diseño de moda, su producción busca acotar los espacios de coexistencia entre las tendencias a la hora de vestir y los movimientos sociales. “Cuando hablamos de moda o arte no nos referimos solo a los objetos, sino a los espacios de discusión, las instituciones y el aparato crítico que los rodean”, señala la mallorquina. Una visión desde lo general –el contexto– que difiere del enfoque hacia lo particular de Framis. “A mí me interesa mucho el papel de la tecnología”, concreta. “Investigo cómo esta podría ayudar a la mujer, ya que a través del tejido se podrían abordar algunas de sus necesidades, como con Anti_Dog”.

SUSY GÓMEZ BUSCA ACOTAR LOS ESPACIOS DE COEXISTENCIA ENTRE LAS TENDENCIAS A LA HORA DE VESTIR Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALES.

En febrero del año pasado, la pintora y escultora Sabine Finkenauer recibió una llamada de la galerista Aina Nowack. Tenía una oferta para ella: exhibir algunas de sus piezas junto a diseños de Sybilla. “Ella conocía el trabajo de ambas y nos lo propuso porque realmente tenemos una serie de coincidencias formales, como el uso de la geometría”, detalla la alemana, con residencia habitual en Barcelona, cuyas obras recrean un universo naíf a caballo entre el expresionismo y la abstracción. A pesar de las “sorprendentes” similitudes, y de la admiración que asegura profesar por los diseños de la modista, Finkenauer no cree que “la moda encaje en todos los aspectos del arte, aunque sí que hay vasos comunicantes”. Estas conexiones se asientan, como subraya Valbuena, en “las líneas de trabajo o las maneras de trabajar”. “Por eso puede considerarse que los modistas que tienen un verdadero proyecto detrás y lo desarrollan durante toda una carrera hacen un arte tan personal como el de un artista: un trabajo que te impacta, que te hace pensar. Que te sobrecoge”.

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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).

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